jueves, 25 de marzo de 2010

Hacer el aceite a pisón

En este artículo podrían haber entrado costumbres ancestrales y curiosas de Valdelageve como la herencia, los juegos, los mozos o el desajumerio. Pero he preferido dedicarlo al tema que lleva el título.

Hacer el aceite a pisón era un trabajo penoso, sobre todo cuando se veían
las caras de sufrimiento de los gevatos, el cuerpo sudado, los pies escaldados… En una palabra, era un trabajo tan inhumano, que enseguida en las caras se dejaba notar.

Durante el periodo de la posguerra, desde 1939, se produjo él fenómeno del estraperlo. Entre otros muchos productos, el aceite también se encontraba confiscado, a pesar de ser un alimento imprescindible para una correcta alimentación. Como la gente lo necesitaba y estaba en posesión del fruto, la única manera de obtenerlo era utilizando un procedimiento artesanal que se denominaba a pisón o calcañal. La transformación se llevaba a cabo de la siguiente manera:

1. Usaban un batán, tallado de una sola pieza de madera, con el fin de que no hubiese fugas. También utilizaban un costal o saco de lana pura, para que el líquido pasara con mayor fluidez; se llenaba con una cuartilla de aceitunas de una calidad especial (unos 12 kilos aproximadamente o, como decían, una pisá), que se introducía en el batán.

2. A partir de este momento comenzaba el verdadero calvario: con los pies descalzos y pisando con los talones o calcañales, se echaba agua caliente cada vez que era necesario. Las aceitunas se iban machacando y despedazando hasta lograr desprender los huesos y conseguir que fuese saliendo esa mezcla de aceite y agua, que se había vertido previamente.

3. El líquido se iba depositando en una tinaja preparada al efecto con una espita en la parte de abajo. Según se asentaba la mezcla, abrían el grifo, sacaban el pechín (en Andalucía se le conoce como alpechín), que era el agua más la borra (lo que llamamos posos), y lo tiraban. Para elaborar un cántaro de aceite, que contiene 16 litros aproximadamente, tenían que hacer cuatro pisás.

4. Lo que quedaba en la tinaja se dejaba reposar. Pasado un tiempo, y con mucho cuidado, como si de un rito especial se tratase, iban sacando con un cazo por la parte de arriba de la tinaja su buen aceite, virgen, para depositarlo con esmero y delicadeza (no en balde aquello era un lujo) en unos cántaros de latón o marmitas de zinc.

5. Logrado este objetivo, poco a poco iban apareciendo las verdaderas sonrisas en sus labios, pues el duro y pesado trabajo había concluido.

Para terminar, cuánto tengo que agradecer al grandísimo, prodigioso, único y original profesor de Anatomía de la Facultad de Medicina de Salamanca don Luis Santos Gutiérrez y a su esposa doña Carmina Unamuno, nieta de don Miguel de Unamuno, quienes, dada nuestra amistad, no pusieron ninguna pega para ir a nuestro querido pueblo y hacer los dibujos tan bonitos y claros que podemos observar, siguiendo las directrices marcadas por mi paisano Marcelino Matas.

Desgraciadamente los dos primeros fallecieron en accidente de tráfico en el año 2009 y Marcelino lo hizo a finales del 2008. Que Dios los tenga en paz.

(Dibujos: Luis Santos Gutiérrez. Foto: Juan-Miguel Montero Barrado)

miércoles, 24 de marzo de 2010

Dominica in albis, Domingo de quasimodo


Creo que hacer una corta aclaración sobre los dos términos que dan título a este pequeño artículo, puede ser muy interesante para todos los lectores. l. En la iglesia primitiva era costumbre que los nuevos cristianos, tanto niños como adultos, recibiesen el Santo Bautismo en la vigilia de Pascua de Resurrección. Los bautizantes iban con túnicas blancas y así permanecían durante la octava. Transcurrida ésta, acudían al baptisterio, o pila bautismal, donde eran de nuevo bañados en agua bendita. Durante los ocho días anteriores no podían lavarse por las unciones del Crisma. La higiene imponía un baño litúrgico en el octavo día. Este domingo se llamaba Dominica in albis (in albis depositis), porque, habiendo dejado el sábado las vestiduras blancas del bautismo, el domingo aparecían los fieles con su ropa normal. 2. Ese día se le llamó posteriormente Domingo de quasimodo (de las palabras latinas quasimodo gentini infantes, que significan "como niños recién nacidos"), que es como comenzaba el introito de la misa de ese domingo. Desde la apertura del Concilio Ecuménico II el 11 de octubre de 1962 por el Papa más inteligente, sabio y amado en todo el mundo, JUAN XXIII, y que todavía la Curia romana no ha sido capaz de reconocérselo, fue desde entonces cuando se introdujeron las misas en las lenguas vernáculas. Estas palabras latinas ya han perdido el significado para los feligreses.

(Foto: Juan-Miguel Montero Barrado)

domingo, 21 de marzo de 2010

Alfredo Kraus

“Pueblito, mi pueblo” es el título de una canción del músico argentino Carlos Guastivino. Alfredo Kraus fue el primero en decirme que en su repertorio estaba esta canción, muy querida por él, y que cuando la escuchase, pensase en que se la cantaba a nuestro pueblo: Valdelageve. Pero dejaré la nostalgia para comenzar a relatar lo que en mi mente también tengo y he de decir. 

Después de haber escrito hace unos años "Recordando al gran tenor español Alfredo Kraus”, me he dado cuenta que debería haber comenzado por el principio, que es relatar un poco la vida y obra del “Maestro”, el mejor tenor lírico habido en el mundo en la mitad del siglo XX. 

Alfredo-José Kraus Trujillo nació el día 24 de noviembre de 1927 en Las Palmas de Gran Canaria. Su padre, Otto, era de nacionalidad austriaca, pues había nacido en Viena; su madre se llamaba Josefa y era natural de la capital de la isla. 

Con 6 años ingresó en el colegio de San Agustín, donde aprendió a leer, a escribir y cursó sus estudios primarios. A una edad muy temprana, desconozco los años, parece ser que comenzó a recibir clases de solfeo y piano, a la par que su hermano Francisco, Paco, que era un año mayor, aunque sus vidas fueron siempre muy paralelas. 

En 1935 comenzó a estudiar francés en la Alliance Française. Conocer este idioma le sirvió para ser el mejor tenor del mundo en el repertorio operístico francés, tanto por su vocalización como, a posteriori, por su espléndida técnica. Un año después ingresó en el Colegio de los Misioneros del Inmaculado Corazón de María para continuar sus estudios. Allí se presentó a las pruebas de canto, siendo seleccionado por el padre Zabaleta para pasar a formar parte del coro de voces blancas. En varias ocasiones Kraus dijo que "mi voz era más bien ronca, de ahí que me utilizaban para hacer las segundas voces". 

En 1943, con 16 años, según ha contado empezó "a desarrollar la voz, noté que se afinaba, se afiliaba, que subía con mayor facilidad”. Es entonces cuando, también con su hermano Paco, comenzó a formar parte del Coro de la Sociedad Filarmónica de las Palmas de Gran Canaria, dirigida por el maestro Obradors. En este nuevo coro cantó el fragmento musical del “Coro Peregrino” de la ópera Tannhaüser de Richard Wagner.

A partir de 1944 fue dirigido, enseñado y aconsejado por la profesora de canto María Suárez Fiol. Hasta su marcha de Las Palmas también comenzó a dar conciertos benéficos o en reuniones familiares e incluso muy especiales. 

Importantísima fue la educación musical recibida en casa: oír cantar a su padre y, sobre todo, a su madre, que tenía una gran voz. Y también tener una gramola Edison, donde escuchaban los mejores cantantes de la época: Enrico Caruso, Tito Schipa, Miguel Fleta... Eran, por supuesto, discos de pizarra, pero que hicieron que su afición fuese en aumento. Más adelante, junto a su hermano, escuchaba todas las óperas que se retransmitían por radio desde el Teatro San Carlos de Lisboa. 

En el curso 1946-47, con 18 años y siguiendo los consejos de su padre, ingresó en la Escuela de Peritos Industriales. En 1950 terminó los estudios, especializándose en electricidad y mecánica. A partir de aquí, ya con el beneplácito 
de su padre, que vio cómo su hijo había cumplido con su deseo de tener el título debajo del brazo, comenzó a prepararse para lo que le gustaba: marchó a Barcelona, donde recibió clases de canto y técnica respiratoria por la profesora de origen ruso Galli Markoff. Durante el tiempo que estuvo Alfredo con la profesora Marcoff hizo amistad con la gran mezzosoprano Conchita Velázquez, quien, al escucharlo en algunos fragmentos, quedó fascinada. Un día le dijo: “tú te harás famoso cantando la ópera Werther”. Aquella frase le dejó muy pensativo. Alfredo no había oído hablar nunca de esa ópera, pero, cosas del destino, el día 8 de enero de 1966 debutó con ella en el Teatro Municipale de Piacenza, cantándola por primera y última vez en italiano. Las siguientes las cantó en francés, respetando el idioma en que fue escrita y siempre en los mejores teatros del mundo. Fuese donde fuese, el éxito estaba aseguradísimo. 

En el verano de 1951, durante el tercer y último año de las milicias universitarias, fue destinado a Valencia, donde conoció a un nuevo y gran profesor de música: don Francisco Andrés, del cual recibió durante seis meses clases de canto y técnica. De él siempre tuvo palabras de elogio y gratos recuerdos. Según me notificó su hermano Paco, en un corto espacio de tiempo Alfredo trabajó en Las Palmas, pero sin descuidar la formación musical recibida y siempre dirigido por su profesora María Suárez Fiol. 

Estamos ya en el año 1955 y Alfredo Kraus contaba con 27 años. Fue el año de su marcha definitiva a Milán, donde casualmente conoció a la profesora de canto Mercedes Llopart, decisiva en su carrera lírica. Con ella estuvo un tiempo hasta que se presentó al Concours International d´Execution Musicale en Ginebra, donde recibió el segundo premio, que fue primera medalla de plata. El primer premio fue para Teresa Berganza. Más tarde la mezzosoprano madrileña reconoció públicamente que el premio debían habérselo entregado a su amigo y compatriota, que había sido muy superior. 

Finalizado el concurso, el señor Milani le ofreció un contrato para debutar en El Cairo cantando Rigoletto, de Giuseppe Verdi, y Tosca, de Giacomo Puccini. Alfredo no quería cantar Tosca por no ser idónea para su voz, por lo que el señor Milani le contestó: “las dos o ninguna”. Nuestro tenor no tuvo más remedio que aceptar la petición y de esta manera consiguió su primer contrato profesional. El día 17 de enero de 1956 debutó en el Teatro Real de El Cairo con las dos óperas anteriormente mencionadas. El éxito fue espectacular, pero, casualmente, cantando Tosca fue donde recibió muchos más aplausos.

A partir de esta fecha le fueron saliendo más contratos, de ahí que en estas circunstancias tan favorables Alfredo tomara una decisión muy importante, como nos contó en el programa “Documentos de Radio Nacional” el día 13 de julio 2001: “Al mismo tiempo me ofrecieron cantar Doña Francisquita, para debutarla en otoño, en septiembre, octubre y noviembre. Yo, ya, delante de todo eso y optimista como he sido siempre, dije: 'Bueno, ya me puedo casar porque tengo trabajo'”. El día 7 de octubre de 1956, a los 28 años, se casó con Rosa Blanca Ley Bird, en Las Palmas de Gran Canaria. La luna de miel, como nos contó, “fue en el Teatro de la Zarzuela”. El día 17 de octubre de 1956 cantó la tan esperada zarzuela de Amadeo Vives. El éxito fue tan apoteósico, que tuvo muchas más representaciones que en 1923, año del estreno. Para poder atender a los contratos que tenía, sobre todo en Italia, durante varios años el matrimonio vivió en Milán, donde nacieron sus cuatro hijos: Alfredo, Laura, Rosa y Patricia. 

Alfredo Kraus ha cantado en todos los principales teatros del mundo, siempre cosechando grandes éxitos. Entre 1970 y 1980 le recibieron en todos los sitios al grito de “el más grande”, noticia aparecida en la revista Tiempo (especial, n. 1000, 02.07.2001).

Algunas de las óperas que han quedado marcadas por el personaje y que no han sido superadas por otros son: Bellini: I Puritani, en el papel de Arturo Talbot. Bizet: Los Pescadores de Perlas, como Nadir. Donizetti: Don Pascuale, Ernesto. - La Favorita, Fernando. - La Hija del Regimiento, Tonio - L´Elisir d´Amore, Memorino - Lucia de Lammermoor, Edgardo. - Lucrezia de Borgia, Gennaro Gounod: Fausto, Fausto - Romeo y Juliette, Romeo Massenet: Manon, des Grieux - Werter, Werther (esta ópera merece una mención especialísima). Offenbach: Los Cuentos de Hoffman, Hoffman Verdi: La Traviata, Alfredo jr. - Rigoletto, Duque de Mantua. Vives: Doña Francisquita, Fernando. 

Aparte de que siempre formó pareja con grandes o grandísimas sopranos, es obligatorio mencionar la siguiente anécdota: el 27 de marzo de 1958 cantó una memorable Traviata en el Teatro de Sao Carlos de Lisboa, junto a María Callas. Allí su fama y prestigio llegó al reconocimiento internacional. La diva salió en innumerables veces a saludar al respetable público, pero siempre quiso que le acompañase Alfredo. Luego le ofreció cantar varias óperas y grabar algún disco, pero debido a la apretada agenda de "El Maestro", no pudo ser. María Callas le dijo: “Siento no haberte conocido antes. Podíamos haber cantado juntos muchas óperas, pero mi carrera está a punto de terminar”. 

No tengo más remedido que resaltar, y con mucho orgullo, que es el único tenor que jamás suspendió una actuación durante su larga trayectoria. Y es más, fue el que recibió la salva de aplausos más larga en la historia del bel canto: 48 minutos ininterrumpidos después de representar en el Teatro Colón de Buenos Aires la ópera I Puritani, de Vicenzo Bellini. Si hablamos de condecoraciones, son interminables, pues necesitaríamos varios folios para enumerarlas. 

Todos los amantes de la ópera deben conocer algunos de los nombres con que era denominado: “Alfredo el Grande”, “El Aristócrata de la Lírica, “El Aristócrata y Príncipe de Bel Canto”, “El Aristócrata de los Tenores”, “El Caballero de la Ópera”, “El Decano de los Tenores”, “El Incomparable Kraus”, “El Príncipe de los Escenarios”, “El Quijote de la Ópera”, “El Rey de los Tenores”, “El Tenor de los Tenores, “Su Majestad Alfredo Kraus”... En una sola palabra: “El Maestro”. 

Después de 43 años, 2 meses y 4 días de actividad, insisto, sin haber suspendido ninguna actuación Alfredo Kraus, falleció “de amor” en Madrid el día 10 de septiembre de 1999, a los 71 años, faltándole 2 meses y 14 días para llegar a su 72 cumpleaños. 

Para concluir este escrito, quiero mencionar que sus restos han estado dentro del panteón que se hizo en Madrid al fallecer su esposa Rosa Blanca, pero el día 13 de octubre de 2009 fueron trasladados a la ciudad que lo vio nacer, Las Palmas de Gran Canaria. En el féretro se encuentra la urna con las cenizas de su querida y adorada esposa. 

De esta forma tan sencilla y breve he detallado la vida de “el Maestro”, Alfredo Kraus, al que tanto queríamos y adorábamos, no sólo sus simpatizantes y aficionados al bel canto, tanto de España como del resto del mundo, sino a otros muchos conocedores de diversas romanzas. También de esta forma me siento muy feliz por haber recordado a un personaje que llevo siempre en el interior de mi corazón. 

Gracias a todos los lectores. 

(Las fotografías me han sido cedidas gracias a la gentileza de Francisco Kraus).

Poema de un amigo

Se que es otra de mis excentricidades, pero veo tan bonito, hermoso y actual este poema, que no tengo más remedio que introducirlo en el cuaderno. Reconozco que a unos les gustará, a otros menos y a algunos nada, pero como este mundo esta lleno de colores, espero al menos sea querido o respetado.
Gracias de todo corazón.

NO PUEDEN CALLAR A DIOS

Han urdido con cuidado
planes con la inteligencia
que Tú les habías dado,
para dormir las conciencias;
planes para dominar
las mejores voluntades
que pudieran acallar
sus pecados y desmanes;
planes para conseguir
sin aportar argumentos
que no hablemos más de Ti,
ni por fuera, ni por dentro;
para pervertir las almas
alejándolas del bien,
consiguiendo anestesiarlas
con el éter del placer…
Más, aunque yo soy voluble
y capaz de traicionarte,
de seguir otras costumbres
que no tuvieron mis padres,
siempre sigues a mi lado,
siempre permaneces fiel
y vas ahogando el pecado
en abundancia de bien.
A pesar de mis silencios,
me continúas hablando;
a pesar de mis desprecios,
sigues guiando mis pasos.
Tú nunca nos abandonas
ni deshaces tu alianza,
como buen Padre perdonas
a quien humilde te llama.
Aunque los hombres se alejen
tras ídolos materiales,
esperas a que regresen,
devuelves bienes por males.
POR MÁS QUE LOS HOMBRES QUIERAN
HACER QUE CALLE TU VOZ,
NO LOGRARÁN QUE SE PIERDA
JAMÁS EL AMOR DE DIOS.

José García Velázquez
Segovia, 16 de marzo de 2010

martes, 16 de marzo de 2010

El valor que tuvo la producción de lino

Este tema nos va a resultar atractivo, quizá algo apasionante y de gran valor cultural para todos los lectores que en el se introduzcan. En Valdelageve tuvo mucho valor la producción de lino, de la que se habla abundantemente en el Catastro de Ensenada de 1752.
Posteriormente el insigne escritor e investigador don Eugenio Larruga publicó en 1795 la obra Memorias Políticas y Económicas sobre los Frutos, Comercio, Fábricas y minas de España, y en su tomo XXXIV, destinado a nuestra provincia, aparece el nombre de Val del Ageve como uno de los pueblos cultivadores de lino. Esta planta no sólo era común en nuestra comarca, sino prácticamente en toda la provincia.

Voy a hacer un poco de historia, basándome en la obra mencionada con anterioridad y editada recientemente*, así como en las notas tomadas de algunas personas del pueblo. El lino es una planta herbácea de la familia de las lináceas. Sus hojas son lanceoladas, sus flores azules y el fruto forma unas cápsulas que contienen de 5 a 7 semillas, llamadas linaza. De éstas se extrae el aceite de linaza y de los tallos, la fibra textil, llamada lino.

La siembra se efectúa en primavera. La cantidad de semilla varía según el objetivo del cultivo: si es para el aprovechamiento de la fibra, la semilla es más espesa; si, por el contrario, las semillas van a ser utilizadas para obtener aceite de linaza, la siembra es más rala.


En Valdelageve lo más seguro es que la mayor parte, por no decir toda, fuera destinada a la obtención de fibra, trabajándola en pequeñas parcelas. El proceso de producción era muy laborioso. El lino se cultivaba en los mejores terrenos del pueblo, que se abonaban con estiércol. Después de ararlo varias veces, se sembraba la linaza en la primavera, regándola y escardándola constantemente. Una vez madura, se arrancaba con sumo cuidado, haciendo pequeños haces. Después eran machados para quitar las semillas que habían de servir para el próximo año. Hecho esto, se metían a remojo en el Riato durante una semana. Después se sacaban poniéndose a secar. Una vez secas se golpeaban hasta quitarle toda la cáscara del tallo, quedando solamente la hebra con alguna suciedad que se perdía en parte al espadarse, un trabajo, éste, hecho por las mujeres con un instrumento llamado espadilla o espadador. Terminaba la operación de limpieza rastrillándolo, que consistía en pasarlo por la gramilla, una tabla vertical de un metro de alto por medio de ancho con púas en el centro, que descansa en un pie de madera. Y así quedaba listo para poder ser hilado. Las madejas eran pinchadas en la rueca y con la ayuda del huso se obtenía el hilo fino, que posteriormente se devanaba en ovillos.

Una vez hilado el lino, se llevaba a tejer a los telares de Madroñal. Con los paños obtenidos se hacías sábanas, camisas, colchas, mantelerías y toda clase de ropa necesaria para la casa.

En el libro nos indica don Eugenio Larruga que la mejor producción era la que se cultivaba en la zona de la Sierra de Francia. También hace hincapié en cómo venían los portugueses a comprar el lino a nuestra provincia, para retornar ya con los lienzos elaborados y venderlos en Madrid.

No me resisto a transcribir una cita del mencionado libro por su atractivo y vetusto estilo literario:

“Luego que el lienzo sale crudo sale del telar,
se blanquea por las mugeres, trayendole
quince dias poco mas ó menos al agua,
mojandole continuamente, colándole
diariamente con lexías de agua cociendo,
jabon, y cenizas de encina ó roble, y sacado
de dichas lexias se tiende en prados verdes
de buena calida junto al agua, hasta ponerlo
en estado de blanqueo”.


* Estos importantes datos han sido sacados de una magnífica edición de 1994, excelentemente trabajada y cuidada por las investigadoras doña M. Nieves Rupérez Almagro y doña Rosa M.ª Lorenzo Gómez, con la colaboración del Centro de Cultura Tradicional de la Diputación de Salamanca, dirigido por don Ángel Carril.

(Foto: Juan-Miguel Montero Barrado).

En homenaje y recuerdo al río Cuerpo de Hombre


Grandes ratos, hermosos momentos son los que todas las gevatas y todos los gevatos hemos pasado en el río que se desliza entre obstáculos por un valle de nuestro pueblo, más en concreto, en las zonas de Los Pilares, El Vao de la Galga, etc. Nadie puede decir que no haya bajado al río: para encauzar su agua y regar los huertos; las mujeres para lavar y pasar el día; los niños acompañándolas para... ¿ayudarlas?, no sin antes juguetear, correteando por la hierba, el agua, pisando los cantos y subiendo a los canchales. Hasta los mozos, por la tarde, hacían unas bolas de embudejo con el fin de preparar una embarbascá, para luego meterlas debajo de los grandes canchales, mientras esperaban a que los peces saliesen atontados y así poderlos coger, meterlos en las banastas que estaban prestas para tal uso y luego subirlas en los mulos camino del pueblo para, una vez allí, repartirlos entre todos.

Estas son algunos de los recuerdos que vienen a bote pronto a mi cabeza y que sirven de preludio antes de comenzar a trascribir este romance de
Arsenio Barco, dedicado al conocido río que pasa por Valdelageve.


Romance del Cuerpo de Hombre

Cuerpo de hombre, Cuerpo de Hombre,
qué buen nombre para un río
que crece de pié y se agota
trabajando en cien oficios.

En su cuna de Hoya Moros
se hiela, al nacer el frío.
Pañales de nieve pura
le envuelven recién nacido.
Pañales de nieve pura,
¡Nadie los tuvo más limpios!
Las cumbres del Torreón
le ven pasar, siendo niño,
saltando de peña en peña,
haciendo, al saltar, camino.
Su estrecho cauce de agua
brilla al sol como un pez vivo.

Al llegar al Puente Nueva
el río ya está crecido.
Tiene el torrente sonoro
y el cantar enronquecido.
Con su rumor se adormecen
los olmos y los alisos
que a sus orillas se asoman
-mudas sombras- sorprendidos.

Ellos, tan quietos, no entienden
por qué corre tanto el río.

Saltando de sombra en sombra
pasa por el Canalizo.
De tanto correr, espumas
de plata le han florecido.
En sus espejos se miran
-verde sueño- los caminos.

Cuando el río baja al valle
empieza a encontrar oficios.

El valle le está esperando
desde que le ha presentido.
Allí riega, lava, tiñe,
mueve batán y molino,
pone en marcha las turbinas
y enciende los mecanismos
de una industria que le debe
su origen y su prestigio.

Desde Candelario a Béjar
trabaja a destajo el río.

Ya no tiene sus espejos
ni tan puros ni tan limpios.
En su rostro fatigado
sucias barbas le han crecido,
pero aún le quedan fuerzas
para seguir dando brincos
-trucha viva- cauce abajo,
por tierras de labrantío.
La Calzada, Cantagallo,
Puerto de Béjar y el hito
de la Peñacaballera
le ven molturar su trigo ,
calmar la sed de sus huertos,
recorrer su regadíos.

Y solo en Montemayor,
al final de su camino,
remansa el río su impulso
y sosiega su latido.
El Alagón le recoge
extenuado y rendido.

Cuerpo de Hombre, Cuerpo de Hombre,
qué buen nombre de río
que crece de pié y se agota
trabajando en cien oficios.

(Foto: Juan-Miguel Montero Barrado)