Es tan importante el mundo de la ópera para mí, y, más aún el del insigne e inigualable tenor Alfredo Kraus, que no tengo más remedio que hacer una nueva incursión en mi blog para reflejar gran parte de lo que acabo de leer.
Para la ocasión he tomado prestado, además del título, buena parte del contenido del artículo que el erudito escritor en estas lides, Julio Bravo, reflejó en el artículo que publicó ABC Cultural el 11/09/2018.
Empezaba así:
El día 10 de septiembre de 1999 (hoy cumplen diecinueve años) moría en Madrid, a los setenta y un años, el tenor canario Alfredo Kraus, uno de los más grandes cantantes de ópera del siglo XX. Se lo llevó un cáncer, pero en realidad murió de pena; el fallecimiento, dos años antes, de Rosa, su mujer, había sido una losa demasiado pesada para él.
Luego seguía extendiéndose sobre la obra del maestro. Para ello reproduzco, por su interés, algunos de los párrafos:
“Alfredo Kraus tenía carisma, algo que es imposible aprender, pues se nace con ello –decía el día de la muerte del tenor el director de escena Emilio Sagi-: cuando salía a escena en Werther le bastaba con decir la primera frase: ‘¿es aquí la casa de Comendador?’ para cautivar al público. Y es que hacía de cada palabra y cada frase una gran creación”.
Werther, el papel titular de la ópera de Jules Massenet, fue desde que lo incorporó a su repertorio a mediados de los años setenta, su principal caballo de batalla. La elegancia de su fraseo, su exquisita dicción, su dominio de la mezza voce y su distinción convertían en una soberana lección de canto cada representación de esta obra.
Pero no solo brilló como el héroe romántico creado por Goethe. Lo hizo con otros títulos de óperas francesas: Fausto, Romeo et Juliette, Manon, Les pécheurs de perles, Les contes d´Hoffmann, en las verdianas Rigoletto y La traviata y también en los repertorios belcantistas y mozartianos L´elisir d´amore, I puritanni, Lucia di Lammermoor, La sonnambula, Don Giovanni.
(…)
El legendario tenor italiano Giacomo Lauri-Volpì, autor de un revelador libro titulado Voces paralelas, definió a Alfredo Kraus como el máximo belcantista del siglo XX. La exquisita soprano alemana Elisabeth Schwarzkopf se refirió a él como “el tenor que posee la más óptima técnica vocal de nuestra época”.
Debutó tarde para lo que suele ser habitual. Tenía 29 años cuando la Ópera de El Cairo le contrató para cantar Rigoletto y Tosca. Pronto empezó a hablarse de un joven tenor rubio y de ojos azules, nacido en las Islas Canarias el 24 de noviembre de 1927, y que había llegado al canto empujado por su hermano Francisco. Tan solo dos años más tarde de aquellas funciones egipcias, el cantante vivía una velada que sería muy especial para él: su debut en Lisboa, con La traviata, y al lado nada menos que de María Callas.
La soprano griega había preguntado quién era ese joven desconocido con el que iba a cantar La traviata. “Su reacción –contaba Kraus a ABC años más tarde- fue la de una gran persona y una gran señora. No solo me felicitó muy sinceramente, sino que no quiso ninguna vez salir a saludar sola, y me cogió de la mano para que respondiera con ella a los aplausos del público”. “Kraus, llega usted tarde para mí”, le dijo María Callas después de su actuación lisboeta.
Otra legendaria cantante, la mezzosoprano Giulietta Simionato dijo en una ocasión: “Hacía ya mucho tiempo que había dejado de creer en la perfección. Pero lo que escuché a Kraus me hizo pensar que la perfección si existe en algún caso rarísimo. La perfección, en todo caso, es hoy Alfredo Kraus”.
(…)
Y es que Kraus fue una figura popular en aquellos años, en los que sin embargo los medios de comunicación no tenían la repercusión que tuvieron en los ochenta y noventa, ya con las televisiones dominando el panorama. Pero el tenor protagonizó dos películas. En una de ellas, Gayarre, encarnaba al mítico cantante navarro; en la segunda, El vagabundo y la estrella, interpretaba a un célebre tenor (curiosamente apellidado Kaufmann) que viene a España huyendo de la prensa y, por diversos avatares, se ve obligado a vivir como un mendigo.
El artículo de Julio Bravo concluía con estas palabras del propio Kraus:
Diecinueve años después de su muerte, la figura de Alfredo Kraus permanece asociada a la elegancia y la exquisitez en el canto, una disciplina que él reconocía como artificial: “Nadie ha nacido para cantar –dijo a ABC en una entrevista-. Creo que ni siquiera hemos nacido para hablar. Pero cantar es fundamentalmente técnica. Aunque, curiosamente, este artificio no es más que una vuelta al origen. Un bebé es capaz de llorar sin enronquecer durante días. Si lográramos atrapar esa técnica conseguiríamos la clave del canto”.
(La fotografía ha sido obtenida del propio artículo de Julio Bravo en ABC, reflejando un momento de la actuación de Alfredo Kraus en la ópera Marina, en el Teatro de la Zarzuela de Madrid).