El pasado 31 de octubre, víspera de la fiesta de Todos los Santos, nos acercamos a hacer una visita a mi querido pueblo, Valdelageve. Por supuesto que sabía muy bien a qué iba y además lleno de ilusión, pues no en balde también había cooperado para que esta labor llegase a buen fin. Bien es cierto que ahora mismo el bar está abierto al público y como restaurante está dando sus primeros pasos. Según he podido observar, en breve todo estará más que listo para pasar ratos amenos.
Nada más entrar en él una señora jovencita nos recibió con una amable sonrisa, nos saludamos y a partir de ahí se puso a nuestra disposición. Mi señora solicitó un mosto y este gevato lo primero que hizo fue pedir algo que no puede tomar, un vino del pueblo, y si lo hice, es porque conozco la calidad que tiene el caldo gevato. Solicité también unas olivas de acompañamiento, porque allí también tenemos muchas y de calidad. Finalmente acabé tomándome un Aquarius con el fin, muy a pesar mío, de beber más líquido, que lo necesito, y así rebajar un poco los grados del alcohol. Mientras la conversación entre los tres iba por un lado, por el otro mi vista iba dirigida a fijarme en el estado del bar. Sinceramente, dentro de su sencillez, el orden y demás cosas que pueden entrar por nuestra vista lo vi todo en perfecto estado. Es más, mi vista se detuvo enseguida en dos pantallas en las que iban apareciendo fotografías del pueblo, de su zona y de otros lugares también rurales. Todas las veíamos a través de una presentación en power point -que conste una cosa y es que estos aparatos los conocía, pero bien es cierto que no sabía su nombre.
Preguntamos por su esposo, el cual llegó casi al instante de hacer nuestra consulta. Es una persona joven, abierta y dinámica, muy interesante a la hora de exponer sus ideas. La conversación siguió, sólo que a partir de ese momento a cuatro bandas y tomando más alegría. Pasado un rato me presenté, sin alardear de nada, como un gevato más y le dije que mi nombre es Juan-Miguel, para dejarles asentado que sobre mí ya se irían enterando poco a poco.
Los vimos tan sencillos, humanos y buenas personas, que decidimos quedarnos a comer, pero, como les dije, “como ahora estamos casi en familia, ¿qué os parece si nos sentamos los cuatro juntos y a la par comemos lo que tengáis preparado?” Lo aceptaron sin poner pero ninguno, quedamos a una hora y nos fuimos a dar una vuelta por el pueblo a visitar a algunas de nuestras amistades. Digo algunas, porque hacerlo con todas sería imposible. Entre ellas no podían faltar mis compadres Julián e Isidra, de los cuales voy a colocar una fotografía. ¿Por qué?, pues por la gran amistad que nos une desde bien pequeñitos, aunque ya con anterioridad comenzaron nuestras familias desde que mi padre fue de maestro al pueblo en el año 1934, con mi madre acompañándolo desde 1940, hasta 1943. También estuve con mi ahijado Justo, el alcalde y su señora, y algunos amigos más.
A la hora acordada nos presentamos y no tuvimos que esperar nada. Comimos muy bien, lo pasamos estupendamente y esto sirvió para que nuestros nuevos vecinos siguieran dándose cuenta de la sencillez y lo cordiales que somos los gevatos, y de esa manera subir su ánimo, que en un principio se necesita.
Ahora os voy a decir los nombres de los nuevos regentes del bar, así la forma de cómo os podéis poner en contacto con ellos:
Nada más entrar en él una señora jovencita nos recibió con una amable sonrisa, nos saludamos y a partir de ahí se puso a nuestra disposición. Mi señora solicitó un mosto y este gevato lo primero que hizo fue pedir algo que no puede tomar, un vino del pueblo, y si lo hice, es porque conozco la calidad que tiene el caldo gevato. Solicité también unas olivas de acompañamiento, porque allí también tenemos muchas y de calidad. Finalmente acabé tomándome un Aquarius con el fin, muy a pesar mío, de beber más líquido, que lo necesito, y así rebajar un poco los grados del alcohol. Mientras la conversación entre los tres iba por un lado, por el otro mi vista iba dirigida a fijarme en el estado del bar. Sinceramente, dentro de su sencillez, el orden y demás cosas que pueden entrar por nuestra vista lo vi todo en perfecto estado. Es más, mi vista se detuvo enseguida en dos pantallas en las que iban apareciendo fotografías del pueblo, de su zona y de otros lugares también rurales. Todas las veíamos a través de una presentación en power point -que conste una cosa y es que estos aparatos los conocía, pero bien es cierto que no sabía su nombre.
Preguntamos por su esposo, el cual llegó casi al instante de hacer nuestra consulta. Es una persona joven, abierta y dinámica, muy interesante a la hora de exponer sus ideas. La conversación siguió, sólo que a partir de ese momento a cuatro bandas y tomando más alegría. Pasado un rato me presenté, sin alardear de nada, como un gevato más y le dije que mi nombre es Juan-Miguel, para dejarles asentado que sobre mí ya se irían enterando poco a poco.
Los vimos tan sencillos, humanos y buenas personas, que decidimos quedarnos a comer, pero, como les dije, “como ahora estamos casi en familia, ¿qué os parece si nos sentamos los cuatro juntos y a la par comemos lo que tengáis preparado?” Lo aceptaron sin poner pero ninguno, quedamos a una hora y nos fuimos a dar una vuelta por el pueblo a visitar a algunas de nuestras amistades. Digo algunas, porque hacerlo con todas sería imposible. Entre ellas no podían faltar mis compadres Julián e Isidra, de los cuales voy a colocar una fotografía. ¿Por qué?, pues por la gran amistad que nos une desde bien pequeñitos, aunque ya con anterioridad comenzaron nuestras familias desde que mi padre fue de maestro al pueblo en el año 1934, con mi madre acompañándolo desde 1940, hasta 1943. También estuve con mi ahijado Justo, el alcalde y su señora, y algunos amigos más.
A la hora acordada nos presentamos y no tuvimos que esperar nada. Comimos muy bien, lo pasamos estupendamente y esto sirvió para que nuestros nuevos vecinos siguieran dándose cuenta de la sencillez y lo cordiales que somos los gevatos, y de esa manera subir su ánimo, que en un principio se necesita.
Ahora os voy a decir los nombres de los nuevos regentes del bar, así la forma de cómo os podéis poner en contacto con ellos:
Rodrigo Martín Salvador y Marisol Ramos Sánchez.
Móvil: 630-72 25 24
Móvil: 630-72 25 24
Ya han comenzado a dar comidas y pronto vendrán unos días fuertes debido a varias batidas que van a hacer los cazadores en los cotos, por lo que para ello el bar va a estar a rebosar.
Tienen previsto hacer el plato del día y comidas por encargo. La especialidad será El conejo al estilo Valdelageve, un manjar disfrutado por las gentes del pueblo y conocido por diferentes zonas de la provincia desde hace muchos años. Además se harán asados, entre los que están el tostón o cochinillo, pero para ello es mejor ponerse, con antelación, en contacto con ellos.
Para que podáis haceros una idea de lo narrado, la primera foto que he colocado en el escrito está hecha en el bar y las personas que estamos allí, comenzando por la izquierda, son los mismos regentes - Marisol y Rodrigo- y luego Choni y el gevato Juan-Miguel.
Creo y espero que en esta ocasión podamos volver a tener un bar que perdure durante años, tanto en bien de Rodrigo y Marisol como para nuestro querido Valdelageve, al igual que para todas aquellas personas que quieran ir a deleitarse de la comida acompañada de un buen vino y de las hermosas vistas y paisajes que tenemos, únicos en la sierra según mi forma de verlos y admirarlos.
(Fotos: Juan-Miguel Montero Barrado)