Jesús María Montero Barrado (redacción)
Juan-Miguel Montero Barrado (trabajo de campo)
“Triunfó el Ejército en
Salamanca y fracasó la Revolución comunista, ofreciéndose a las
autoridades militares todos los hombres honrados y de buena voluntad, sin
distinción de ideologías, para constituir la milicia cívica-ciudadana y ayudar
a las tropas y guardias de Seguridad”.
(Enrique Esperabé de
Arteaga, 1941) [1].
“Sí, fueron cinco
falangistas (…). Sacaron de la cama a mi marido, que en paz descanse, el pobre,
y le plantaron una pistola en el pecho, y allí, delante de él, me violaron.
Unos me tenían cogida por los brazos y otros, por las piernas (…). Además nos
robaron todo lo que pudieron”.
(Alejandra, viuda de
Desiderio, 1979) [2].
“Los asesinos de la
memoria han elegido bien su objetivo: quieren golpear a una comunidad sobre las
mil fibras aún dolorosas que la ligan a su propio pasado. Lanzan contra ella
una acusación global de mendacidad y fraude (...). Pero no me propongo
responder a esa acusación global situándome en el terreno de la afectividad.
Aquí no se trata de sentimientos, sino de la verdad”.
(Pierre Vidal-Naquet,
1994) [3].
Nota aclaratoria de 2022
Buscando
en la página electrónica de la Asociación Salamanca Memoria y Justicia aparece
al principio su nombre y una breve referencia a los datos de filiación de la
persona que nos ocupa:
“GONZÁLEZ FRAILE, AVELINO (a) "EL RENOVERO". 56 años.
Casado con Serafina Vicente Barrado. Natural de Alba de Tormes. Hijo de
Eleuterio González y Demetria Fraile. Víctima mortal”.
Luego,
pinchando en su nombre, puede accederse a más información, obtenida a través
del Registro Municipio de Pedrosillo de los Aires y alguna más que no se cita.
No faltan unas Observaciones, que se expresan en los siguientes términos:
“Asesinado en despoblado de la Dehesa de Castillejo, sobre las dos
horas aproximadamente, a consecuencia de lesiones por disparos de arma de
fuego. Era de una estatura regular, 1,60 m., aproximadamente, corpulento, pelo
castaño oscuro canoso, vistiendo sombrero de paño clase regular color café
claro con iniciales A. G., chaqueta y chaleco de igual color pardo verdoso y
éste aún más, el pantalón de género ligero, cinturón de correa, botas negras de
cordones, tapas de goma corta a los tacones, camisa blanca con listas,
calcetines negros. Se ha recogido para conservar, el sombrero, el cinturón, la
petaca, el pañuelo y un lápiz”.
Como
va a poder apreciarse a lo largo del trabajo que presentamos, no hay nada nuevo
de lo que en 2008 ya averiguamos. La salvedad es que por desgracia no pudimos
hacer público en su día el producto del esfuerzo realizado. Han pasado 14 años
y se ha avanzado mucho en la tarea de recuperar la memoria de esas víctimas que
fallecieron como consecuencia de un golpe militar de carácter fascista que
actuó despiadadamente. En su mayoría se trataba de gente humilde, trabajadora,
esa amplia mayoría social que se atrevió a hablar de de tú a tú a quienes desde
décadas y siglos atrás habían sido sus amos, explotadores...
No
era el caso de Avelino González Fraile, que era un labrador acomodado y
que cometió el pecado de ser republicano y, además, ser buena persona.
Creemos que su muerte hay que inscribirla en una doble vertiente: el castigo a
quienes se salían del molde pretendido por los perpetradores del plan para
acabar con la República, con el componente de ejemplaridad para hacer del miedo
la forma de atenazar cualquier atisbo de resistencia; y la apropiación, cuando
fuera posible, de los bienes, o de parte de ellos, de las víctimas. Esto es, una
doble represión: política y económica.
El
título del trabajo hace referencia a la recuperación de la memoria de un
desaparecido. No sabemos cuáles pueden ser sus restos ni lo podremos saber: el
matrimonio formado por Avelino González Fraile y Serafina Vicente Barrado no
tuvo descendencia. Pero creemos que, en sentido amplio, ha habido una
recuperación en un doble sentido: conocer dónde fue asesinado y el lugar donde
fue enterrado; y, ante todo, sacar a la luz la memoria de quién fue. Quedan, no
obstante, cabos sueltos. Uno tiene que ver con la identificación de sus restos
mortales. Otro, con los motivos de su asesinato, teniendo en cuenta que su
viuda acabó perdiendo el las propiedades que tenían. Por lo demás, decir que
aquello que ha resultado imposible recuperar quede como la ignominia de quienes
ordenaron su muerte, la llevaron a cabo y la encubrieron.
Y
reitero lo dicho con anterioridad: este trabajo es de 2008. Por distintas
razones que no vienen al caso, y pese a haberlo intentado, no pudo publicarse.
Pasados los años, en el verano de 2020, retomé el intento, llegando incluso a
hacer una revisión, teniendo en cuenta que algunos de los aspectos que se
reflejaban estaban basados en testimonios orales, careciendo de un soporte
documental que lo reafirmase. Ahora, por fin, mi hermano Juan-Miguel y yo hemos
tomado la decisión de hacer público el artículo.
Jesús María Montero Barrado, Barbate (Cádiz), 22 de noviembre de
2022.
Advertencias previas
1
Este
trabajo ha sido fruto de una idea que venía gestando desde hacía tiempo, pero
que a lo largo de un año aproximadamente se fue precipitando progresivamente
hasta lo que ahora se presenta. En la organización que se ofrece de su
contenido he preferido mantener el proceso cronológico en la obtención de la
información. Si en un primer momento se parte de la simple curiosidad por los
orígenes familiares, en este caso por la rama de mi madre, con el tiempo se fue
centrando en la búsqueda de información de un pariente lejano al que conocíamos
como tío Avelino, que fue asesinado y desaparecido en los primeros momentos
de la Guerra Civil. En todo este trabajo he contado con la ayuda
inestimable y fundamental de mi hermano Juan-Miguel, que ha realizado una labor
de investigación, en gran parte por sus propias iniciativas y en otra pequeña
por las indicaciones que le iba haciendo. Sin su labor hubiera sido imposible
el resultado que aquí se presenta. No es, pues, mi trabajo, es un trabajo de
dos, en el que a mí me ha correspondido la idea y la redacción. No puedo dejar
de mencionar también a mi familia, que con sus recuerdos me ha ayudado a
refrescar mi memoria y me han aportado datos, algunos de ellos corroborados con
testimonios de otras personas. Por último, además de mi propia memoria,
conservo algunas notas escritas que fui tomando de las largas conversaciones
que tenía con mi madre, cuando acudía a visitarla durante las vacaciones y
matábamos el tiempo charlando de todo lo habido y por haber.
Jesús María Montero Barrado, Barbate (Cádiz), 19 de octubre de
2008.
2
Creo
que estamos en una etapa apropiada para poder ir sacando a la
luz estos trabajos que, según mi impresión, son muy
importantes para quienes estamos interesados en este tema, que son muchas
personas, quizás más de las que pensamos.
Hay
algunos casos como este que presentamos, del que hemos tenido que partir de
cero por carecer de todo tipo de informaciones, generalmente desconocidas por
los familiares más allegados. Muy pocos saben de esta historia, de la vida y
muerte del tío Avelino, que fue sacado de su casa a traición una
noche del verano del 36, sin dejarlo vestir, es decir, seguramente con sus
calzoncillos pulgueros, que son los que por aquella época utilizaban los
labradores y gente del campo.
Como
mi hermano Jesús dice en este escrito, ha sido algo que ha ido madurando en su
testa durante algunos años, hasta que ha logrado sacarlo a la luz.
El trabajo, desde el principio hasta el fin,
seguramente esté escrito a gusto de mucha gente, porque está dotado
de rigor, hechos fehacientes y de una gran información y documentación que se
puede observar.
Yo,
por mi parte, como su hermano, le he ayudado en lo que podido, dedicando tiempo
a viajar, leer documentos y, sobre, entrevistarme con muchas personas. Cuando
me propuso colaborar, desde el primer momento comencé a desarrollar el trabajo.
Aunque, eso sí, no sin encontrarme con muchas dificultades, porque
la gente no estaba dispuesta a contestar a mis preguntas sobre el tema. Aún
mucha gente no quiere hablar de esas cosas y medida por miedo. Solamente
mi argucia, constancia y tesón hicieron que poco a poco llegase a lograr buena
parte de la información que mi hermano precisaba para
terminar un trabajo que con tanta ilusión
comenzó.
Juan-Miguel Montero Barrado, Salamanca, 24 de noviembre de 2008.
INTRODUCCIÓN. LA GÉNESIS DE UNA HISTORIA
Recuerdos lejanos de la niñez
Desde
niño oí hablar a mi madre del tío Avelino, muerto al inicio de la guerra como
consecuencia de “un paseo” a manos de una patrulla de falangistas. Mi madre
siempre se refirió al caso como una injusticia contra “un hombre bueno”. El tío
Avelino era un pariente lejano de mi madre, casado con una tía lejana por parte
de su padre, y a la que se llamaba en casa “abuela” Serafina. El matrimonio
había adoptado, además, a una sobrina, llamada Eulalia, que era hija de una
hermana de su mujer, la tía Manuela. Eulalia y mi madre, por tanto, eran primas
lejanas. Pero para entrelazar más las relaciones familiares, más importante que
ese parentesco fue el hecho de que un hermano de mi madre, el tío Manolo, se
casara con la tía Eulalia, por lo que las dos se convirtieron también en
cuñadas.
En
medio de distintos avatares de la vida, las dos cuñadas llegaron a tener una
profunda confianza mutua, pese a la diferencia de edad que había entre ambas,
ya que mi madre podría tener unos 11 años menos. Después de la muerte del tío
Manolo, en 1977, vivieron varios años en los que mantuvieron una relación muy
estrecha.
Tras
la muerte de su marido la tía Eulalia empezó a ir mucho por casa y siempre dio
muestras de cariño hacia el resto de los miembros de mi familia. Ella sabía de
mi militancia política en un partido de la izquierda, por lo que estoy seguro
que a través de mí, su sobrino pequeño, buscó una complicidad encubierta por
algunas similitudes existentes entre mi caso y el de dos de sus familiares más
queridos, pues éramos de izquierdas, rojos...
Uno
de esos familiares era su propio marido, el tío Manolo, que perteneció junto al
otro hermano, el tío Virgilio, a Izquierda Republicana. El otro familiar que
sufrió la represión, y esta vez más dura, fue su tío y padre adoptivo, el tío
Avelino. La tía Eulalia siempre fue parca en palabras. No me contó detalles de
lo ocurrido y yo ni siquiera me preocupé de preguntarle mucho, limitándome a
escuchar, pero siempre se refirió a los dos hechos con pena y sobre todo en el
segundo, teniendo en cuenta que el destino final fue la muerte despiadada y,
como contaré más adelante, intencionada.
El porqué de mi empeño en indagar sobre la muerte del tío Avelino
Desde
hace dos décadas ha surgido un movimiento en la sociedad española que busca
recuperar la memoria de quienes sufrieron algún tipo de represión
durante la Guerra Civil y los años de la postguerra. Es un movimiento
que ha calado más en los nietos y las nietas de las personas que vivieron esos
acontecimientos[4]. Sus razones son
diversas, pero su base se encuentra fundamentalmente en una generación que ha
querido saber más de lo ocurrido y para ello está teniendo el empeño de quitar
ese manto de silencio y deformación de la realidad que durante los 40 años de
dictadura y los siguientes de la Transición se ha levantado. Quienes
vivieron la Guerra Civil en el bando perdedor pasaron por la
Transición con ánimo conciliador. En parte, por miedo, pero también con la
intención de que no se reviviera la violencia vivida en décadas pasadas. Se ha
escrito bastante acerca de la actitud de la sociedad española durante los años
de la Transición y la preeminencia de la “paz” muy por encima de
otros valores como “justicia”, “libertad” y “democracia”[5].
También
sobre el comportamiento de los principales partidos parlamentarios, que
desarrollaron una política de consenso que culminó en la
Constitución de 1978. Pero no es una interpretación unánime. Hay trabajos
que plantean otro estado de opinión en esos años, en este caso con unas
condiciones más favorable a un cambio político más avanzado, dentro de lo que
durante los últimos años del franquismo y los primeros de la
Transición se denominó con el término ruptura democrática[6].
Según
ha ido saliendo la información obtenida por las investigaciones de distintas
asociaciones de memoria histórica, profesionales del mundo universitario y,
justo es reconocerlo, la gran aportación de otras –muchas- personas dedicadas a
la investigación histórica y preocupadas por saber más de lo ocurrido[7], me he ido interesando
cada vez más por el tema de la represión franquista. No me refiero, en
todo caso, al grupo de escritores y publicistas, bien panegíricos iniciales
del régimen o bien los hoy llamados revisionistas, en especial estos
últimos porque sus postulados parten de las obras de los primeros, claramente
sesgadas e insuficientes en sus fuentes, o de la negación de hechos
documentados[8].
En
el caso de Salamanca he intentado conocer más de lo que se ha ido trabajando y
publicando. En plena Transición fue muy conocido el reportaje que se publicó en
1979 en la revista Interviú[9] acerca de la represión
en la provincia, centrándose en casos concretos de algunas personas y
localidades. Sin entrar en el propio carácter periodístico del reportaje, lo
cierto es que abrió una especie de caja de los truenos en la medida que sacó a
colación un tema que en esos momentos y por distintos motivos no se quería
tocar por mucha gente[10].
Hace
años, en 1997, se publicó en Salamanca. Revista de Estudios un
monográfico con el título Las guerras en Salamanca (ss. XVII-XX)[11], en el que aparecieron
varios artículos relacionados con la Guerra Civil de 1936-1939[12]. Excepto el dedicado
explícitamente a la represión de la masonería, otros cuatro artículos sólo se
centraban en distintos aspectos de la ocupación del poder y los diversos apoyos
al bando sublevado, y un sexto artículo lo hacía a la participación salmantina
en el bando republicano. Su lectura me resultó interesante por las aportaciones
que hicieron al conocimiento de ese momento histórico.
La
reedición en 1997 del conocido libro de Ronald Fraser Recuérdalo tú y
recuérdalo a otros[13], pionero en nuestro
país de la historia oral, fue motivo para que, por distintas razones,
procediese a su lectura por mi parte. Salamanca y sus gentes aparecen con
frecuencia con referencias a acontecimientos, personajes o en boca de
protagonistas y testigos del momento.
En
2001, se publicó el artículo de Santiago López y Severiano Delgado “Víctimas y
Nuevo Estado. 1936-1940”[14], en el que se trataba
por primera vez de una manera más extensa la represión en Salamanca durante la
guerra civil. Lo leí con interés, incluido el listado de personas
represaliadas. En él no aparecía el tío Avelino, entre otras cosas porque,
entre quienes se mencionaba, había constancia legal de su registro
por motivos como la estancia en la cárcel o el haber sido incluidos en algún
proceso judicial.
Al
año siguiente se constituyó la Asociación Salamanca Memoria y
Justicia, que en su página electrónica tiene expuesta una interesante y variada
información sobre el tema, con un listado de víctimas, testimonios personales,
artículos de investigación, reportajes periodísticos, etc.[15].
En
el mismo 2002 se publicó otro artículo, esta vez de la profesora de la
Universidad Complutense Guadalupe Pérez García, titulado “Represión y
control social en Salamanca (1936-1939)”[16]. Aunque la autora se
centra especialmente en la capital, ha escrito que las primeras acciones
represivas en el medio rural se encargaron a grupos paramilitares de “Falange,
Bloque Agrario y Acción Popular”, añadiendo que la mayoría de los detenidos en
las “excursiones” falangistas eran ejecutados directamente cerca de
los pueblos”. La naturaleza de estas acciones la ha llevado a concluir que “las
dificultades documentales y la necesaria utilización de una compleja
metodología basada en la memoria oral nos obligan a dejar aquí la represión en
el ámbito rural, sin duda mucho más incontrolada”.
En
diciembre de 2006 se celebraron unos actos de homenaje a profesores y
estudiantes del mundo universitario que sufrieron represalia durante la guerra
y los años posteriores. El acto principal tuvo lugar el día 11, organizado por
la propia Universidad de Salamanca. Conservo una colección de lo que se publicó
por la prensa durante esos días gracias a la generosidad de mi buen amigo
Maximiano Vallejo Llamas[17], hijo de un estudiante
represaliado.
Más
recientemente ha aparecido de Santiago López y Severiano Delgado otro artículo,
basado en el antes aludido, con el título “Que no se olvide el castigo: la
represión en Salamanca durante la guerra civil”, dentro de la obra
colectiva Esta salvaje pesadilla[18]. Lo leí con
detenimiento y, dentro de él, el listado de personas represaliadas. Seguía sin
estar incluido el tío Avelino, pero en el contenido había algunas novedades. Se
hacía un reconocimiento de que “falta mucho por estudiar acerca de la formación
y composición de los grupos” o que “los falangistas estaban bien organizados.
Alguien les facilitó el armamento o los vehículos con los que desplazaban de un
sitio a otro”. Y a continuación se mencionaban tres formas de liquidación
física: las “ejecuciones extrajudiciales por paseo”, de las que hay constancia
de 159; las “sacas de la cárcel”, con noticia de 135; y las “sentencias
emanadas de los consejos de guerra”, que se han contabilizado en 154 durante
los años 1936 y 1940[19].
Por
la información que teníamos en nuestra familia el caso del tío
Avelino se encontraría en la primera de las formas. Es decir, la de las
“ejecuciones extrajudiciales por paseo”. Según los autores del artículo, por la
naturaleza ilegal de la represión, la mayoría de los casos resueltos se ha
respaldado a través del recuerdo de familiares o personas conocidas[20], siendo una minoría los
que tienen respaldo documental o testimonios fehacientes. Y en una nota a pie
de página se hace una corrección sobre su artículo anterior de 2002, en la que
se decía que “parecía poco probable que hubiera fosas comunes en Salamanca, ya
que sólo se había encontrado una”, toda vez que ya se han descubierto varias en
la finca de la Pinilla, Terradillos, Sanjuanejo o Pelabravo[21].
A
finales de 2007 salió la obra Testimonio de voces olvidadas,
coordinada por Enrique Berzal[22] y cuyo
ámbito de investigación ha sido la comunidad castellano-leonesa. Los datos que
ofrecen de las personas ejecutadas superan en número los de otros estudios. El
capítulo sobre Salamanca, “Nadie preguntará por ellos: guerra y represión en
Salamanca”, ha corrido a cargo de Severiano Delgado y Javier Infante, si bien
la cuantificación de las ejecuciones la ha expuesto el propio Enrique Berzal,
basándose parcialmente en los datos de Severiano Delgado y Santiago López, de
manera que las 600 víctimas que éstos han documentado, Berzal las
ha aumentado a unas 1.000, a modo de aproximación,
teniendo en cuenta que “buena parte de la provincia queda aún por
investigar”[23]. Delgado e Infante, por
su parte, en su clasificación de las víctimas de la represión mencionan un
cuarto grupo, “muy heterogéneo”, poco numeroso y de escasa o nula
significación política, del que destacan que “resultaba conveniente retirarlos
en una cárcel o aniquilarlos para hacerse con sus bienes”[24]. Por lo que iremos
viendo a lo largo del trabajo, coincide perfectamente con el caso que nos
ocupa.
Pese
a los pasados en que fue editado por primera vez y mis intentos por hacerme con
un ejemplar, en el verano de 2008 conseguí leer la novela La grama,
de Agustín Salgado[25]. Siendo una obra
pionera en el tratamiento de la represión en el campo salmantino durante la
guerra[26], en concreto en los
pueblos de La Armuña, resulta altamente ilustrativa del ambiente que se
vivió en esos años, al utilizar, entre otras fuentes, testimonios cercanos y
vivencias propias. Otro salmantino, Manuel Sánchez[27], también describe parte
del ambiente represivo, al tener él mismo protagonista del refugio y posterior
huida por ser miembro del POUM. Fue una obra que tuve ocasión de leer hace
años, quizás a finales de los años 90.
Por
último, en la página electrónica del Colectivo Republicano de Euskal Herria existe
una sección dedicada a las víctimas de Salamanca, donde aparecen
dos listados: uno, de los fallecimientos debidos a la guerra[28]; y el otro, de los ocasionados
por la represión franquista. Están basados en los trabajos
de Santiago López y Severiano Delgado[29], Luis Calvo Rengel[30] y en el archivo
de la Asociación Memoria y Justicia de Salamanca.
EN BUSCA DEL TÍO AVELINO
Los primeros pasos
Fue
en el verano de 2007 cuando me decidí a dar los primeros pasos en busca del tío
Avelino. Empecé a darle vueltas a la idea de encontrar una explicación a la
ausencia de su nombre en las distintas publicaciones leídas. En mi familia no
sabíamos sus apellidos, pero teníamos dos referencias: el nombre de pila y las
localidades por donde podía haber transcurrido su vida. Se trataba de tres
municipios y una pedanía, colindantes entre sí: Cuatro Calzadas, principalmente
en el término municipal de Martinamor, donde tenía la vivienda y la finca;
Martinamor, de donde era la familia de la tía Eulalia; Buenavista, el municipio
donde pertenece una parte de Cuatro Calzadas; y Morille, donde vivía parte de
la familia de la tía Eulalia.
Como
ya hiciera en vida con mi madre y con la tía Eulalia, ahora volví a preguntar a
mis hermanos y hermanas sobre los pormenores de su muerte. La información fue
prácticamente la misma, sin que inicialmente aportaran más cosas de las ya
sabidas. Sí mencionó una de mis hermanas una frase que mi madre repetía mucho,
que yo nunca había oído, y que era que su muerte se debió “a los malos
quereres”. Siendo consciente de que era necesario un trabajo de investigación
directo para poder saber más, le planteé a mi hermano Juan-Miguel la
posibilidad de iniciar la búsqueda. De inmediato me facilitó nombres y
teléfonos de familiares de la tía Eulalia, más o menos allegados, con el fin de
que yo mismo indagara. Hice dos gestiones en el momento, pero no
obtuve frutos. Eso me llevó a replantearme que esa vía iba a
resultar difícil por una razón: el acceso a ese tipo de información requiere
confianza. Yo no conozco a esos familiares, por lo que presentarme a secas como
el hijo de la tía Felisa iba a resultar prácticamente inútil.
La relación del tío Avelino con la familia Barrado
El
tío Avelino se casó con Serafina Vicente Barrado. Ésta y su hermana Manuela
tenían parentesco con el abuelo Miguel, del que eran primas lejanas. Las dos
dejaron Calvarrasa de Abajo y acabaron afincándose en Martinamor.
Manuela lo hizo después de casarse con Daniel Boyero. Este
matrimonio tuvo varios hijos y varias hijas, entre quienes estaba la tía
Eulalia. Serafina y Avelino se instalaron en Cuatro Calzadas, pero no tuvieron
descendencia. En estas circunstancias era costumbre en los pueblos de
Salamanca, como ocurría en otras partes de España, la cesión en el seno de la
familia de una hija al matrimonio sin descendencia para aliviar la carga
familiar, en una parte, y para disponer de una ayuda, en la otra. La forma de
hacer esa cesión podía ser la adopción formal o la simple convivencia de hecho.
A la tía Eulalia le correspondió esta última situación, lo que no fue óbice
para que se sintiera su hija, aunque no hubiera sido adoptada formalmente, ya
que en ningún momento perdió sus apellidos de origen, que eran Boyero Vicente.
De esa manera su vida acabó transcurriendo en Cuatro Calzadas, donde tenían su
casa y sus fincas el tío Avelino y la “abuela” Serafina.
Pasados
unos años, a principios de los años 30, la tía Eulalia acabó casándose con el
tío Manolo. La forma como se ennoviaron se la contó tiempo en su momento la
propia tía Eulalia a mi hermano Juan-Miguel. Al parecer partió de los viajes
que hacía la familia a Salamanca desde Martinamor y Cuatro Calzadas, razón por
la que pasaban de visita por la tienda de curtidos que el abuelo Miguel tenía
en la calle San Pablo y donde trabajaban sus hijos Virgilio y Manolo.
En
cuanto a las relaciones entre los distintos miembros de las familias Barrado y
Diego tuvieron un grado grande de cordialidad, derivada de la vecindad de las
fincas y de los propios lazos familiares. Desde mi familia se han
referido incluso a partidas de cartas que echaban los varones, entre los que
estaban los tíos Bonifacio Diego, patriarca de la rama más adinerada de la vía
materna de mi madre, el propio Avelino González y Manolo Barrado.
La Guerra Civil en la familia
La Guerra Civil fue un tema muy presente durante el franquismo. La forma
que la percibí de niño derivó en mayor medida de la escuela, pero
también de la radio, el cine, la Iglesia, las calles, etc., donde
constantemente nos la recordaban. Por ejemplo, la calle donde nací acabó
llamándose Alférez Provisional; la avenida donde vivimos desde 1960
llevaba el nombre de Héroes de Brunete, que al llegar la democracia se cambió
por el de Filiberto Villalobos; y hasta el nombre del barrio, Salas Pombo,
aludía a un gobernador franquista, donde obtuvieron pisos bastantes personas
relacionadas con el régimen (excombatientes, funcionarios del Sindicato
Vertical, falangistas, etc.). En general, el prisma desde el cual se trató
lo relacionado con la Guerra Civil fue de un claro sesgo justificatorio de sus
orígenes y su desarrollo. Oficialmente sólo hubo víctimas en el bando vencedor,
lo que fue reconocido con la colocación de sus nombres en lugares visibles de
los municipios (muy especialmente en los muros exteriores de las iglesias) y se
cambió la denominación de muchas calles, plazas, barriadas y hasta municipios.
Por el contrario, sobre la gente que le tocó perder se echó un manto de
silencio, humillación y oprobio. La visión maniquea y deformadora de la
realidad llevó a que las personas que se pusieron del lado de la
República fuesen tachadas de todo tipo de desmanes y de vicios. La palabra
República era sinónimo de desorden y las gentes que la apoyaron eran consideradas
malvadas y, cuando menos, incautas. La palabra rojo fue una de las más
utilizadas para designar y denigrar a quienes la habían defendido, por lo que
tuvo para mí durante mi infancia un significado negativo.
En
casa también se habló de la guerra. Mi padre y mi madre lo hicieron en la mayor
parte de las veces desde su apoyo al bando vencedor, pero con mucho cuidado. Su
relación con el régimen fue distinta, pues nunca mostraron una ostentación
favorable, excepto en todo lo que estaba relacionado con las prácticas y la
moral católicas. Repitieron algunas veces a la frase muy recurrente de “en los
dos bandos se cometieron atrocidades”. Siendo niño alguna vez oí comentar a mi
padre y a otro maestro, compañero suyo en el colegio Francisco Vitoria,
que la violencia de la guerra no fue sólo del bando perdedor, sino del
vencedor. Esas palabras me impactaron en su momento, pues, teniendo yo unos 9 ó
10 años, rompían con la idea maniquea que nos habían inculcado desde el
principio. Sólo en sus postrimerías la situación cambió, cuando, por la
militancia antifranquista y la represión del régimen contra dos de sus hijos,
las opiniones de mi padre y mi madre empezaron a virar.
La
familia de mi madre era en su mayoría conservadora y de fuerte sentimiento
católico. El abuelo Miguel era monárquico y mi madre, influida por el ambiente
familiar y del momento, llegó a pertenecer durante la guerra a las Margaritas,
la agrupación de mujeres jóvenes del movimiento carlista. Como tal desarrolló
una labor en el campo de la enfermería.
Los
dos asuntos relacionados con la represión que antes mencioné nunca se
ocultaron. Los tíos Virgilio y Manolo habían sido del “partido de Azaña”, como
decía mi madre. Sabíamos que los dos sufrieron persecución desde el comienzo de
la guerra civil, aunque habría que calificarla de baja intensidad, gracias a la
labor desplegada por el abuelo Miguel, que los protegió pagando multas y
chantajes económicos, lo que le supuso la pérdida progresiva de parte del
patrimonio familiar. Mi madre nos recordó, sin especificar, las fuertes sumas
de dinero que tuvo que pagar su padre, el abuelo Miguel, incluso una
vez acabada la guerra. Recordaba con rabia que una de las cosas que se llevaron
de la casa de su padre fue “una radio muy buena que costó mucho dinero”.
Al
margen de eso, ignoro cuál fue el grado del estigma que los dos tíos sufrieron
durante el franquismo por su pertenencia a Izquierda Republicana, tanto en lo
público como en lo familiar. Sí recuerdo a mi madre repetir en varias ocasiones
la expresión con la que el tío Virgilio se refería a la persecución sufrida:
“por una jodida peseta”. Ésa era la cuota que pagaban por su militancia
política.
El
otro asunto que se trató algunas veces fue el del tío Avelino, el padre
adoptivo de la tía Eulalia y al que mataron al comenzar la guerra. Decía mi
madre que era “republicano” y “muy bueno”, esto último porque ayudó a mucha
gente. Con crudeza nos contaba que fueron a buscarlo por la noche a su casa en
Cuatro Calzadas y que cuando dijo a sus captores falangistas que esperaran un
momento para poder vestirse, uno le contestó con sorna que no hacía falta.
Tras
el asesinato de su marido, la “abuela” Serafina malvendió sus propiedades y se
fue a vivir con su sobrina y ahijada Eulalia, en cuya casa acabó muriendo pasados
unos años. Por lo que podemos ver, el tío Avelino, a diferencia de los tíos
Virgilio y Manolo, que tuvieron el apoyo del abuelo Miguel, no tuvo un
protector que pudiera salvarle la vida.
Más sobre el tío Avelino
Tras
la propuesta que le hice mi hermano Juan-Miguel en el verano de 2007 y teniendo
en cuenta la distancia física que hay entre mi ciudad natal y donde resido, me
dediqué a buscar nuevas fuentes de información o a releer varias publicaciones.
Mi hermano, por su parte, no se quedó parado. Su inquietud permanente le llevó
a seguir buscando y preguntando a familiares durante varios meses. Sin que yo
supiera nada todavía, después de Navidad, y viendo los escasos resultados,
cambió de estrategia e inició una serie de viajes por varios pueblos, entrevistándose
con personas que podían aportarle información. Durante la
Semana Santa ya me habló de sus indagaciones, todavía sin referirse a sus
pormenores, aunque anunciándome que estuviera a la espera, pues
estaba a punto de conseguir más e importante información. Al poco me envió por
correo los primeros datos, que empezaron a ser el punto de partida de una
investigación mucho más completa y rigurosa.
El
primero de los problemas con el que se topó fue conseguir el nombre completo
del tío Avelino. La información que pudo obtener de las llamadas telefónicas y
correos electrónicos enviados a familiares fue la misma que ya conocía, salvo
dos cosas. Una, que averiguó que la “abuela” Serafina y su hermana Manuela, la
madre de la tía Eulalia, se apellidaban Vicente Barrado. La otra, que le
informaron acerca de una sepultura en el cementerio de Martinamor donde podían
estar los nombres del matrimonio. El 7 de marzo fue a visitar el
cementerio de Martinamor, donde localizó la sepultura de un sobrino de la “abuela”
Serafina, muerto en 1933, con una dedicatoria en la que aparecían sus nombres,
pero no así sus apellidos respectivos[31]. De este hecho se puede
colegir que la sepultura fuese sufragada por el matrimonio y pudiese ser una
prueba de la fama de buena persona que tenía el tío Avelino, del que se decía
que “hacía mucho bien” y “muchos favores”.
En
su empeño por saber más mi hermano se decidió a indagar en los libros de
registro municipales, donde fueron apareciendo nombres de la familia de la tía
Eulalia, que, por parte del padre, Daniel Boyero Sánchez, eran del pueblo de
Martinamor. Entre esos nombres también estaba el de su madre, Manuela Vicente
Barrado, cuyo lugar de nacimiento era Calvarrasa de Abajo, el pueblo del que
era originaria buena parte de la familia de mi madre.
Pero
sus visitas a Martinamor no quedaron ahí. El 14 de marzo mi hermano logró
entrevistarse con un vecino, llamado Roque, que siendo niño conoció al tío
Avelino. Le contó pormenores sobre su muerte, algunos de ellos
desconocidos en nuestra familia. De esta manera mi hermano supo que su muerte
tuvo lugar en el pueblo cercano de Pedrosillo de los Aires, a donde, al
parecer, llevaron a otros detenidos de la zona. También supo que el cabecilla
de la patrulla que fue a buscarlo por la noche a su casa de Cuatro Calzadas se
le conocía con el apelativo de Pepe “el Zampón”, que el grupo provenía de Alba
de Tormes y que estaba formado por falangistas. De una forma imprecisa Roque le
dijo a mi hermano que el tío Avelino tendría unos 60 años cuando lo mataron,
por lo que dedujimos que su fecha de nacimiento podía haber sido en torno a
1880. Volvió a insistir en que era “un hombre bueno” y políticamente “republicano”.
Finalmente le indicó que hablara con Isidro, dueño del Hotel Cuatro
Calzadas y actualmente dueño también de la que fue la casa del tío Avelino,
situada junto al establecimiento hotelero.
La
entrevista con Isidro fue inmediata y tuvo también sus buenos frutos. Ratificó
lo que le había transmitido Roque, informándole que la casa y la finca que
fueran del tío Avelino fueron adquiridas por Bonifacio Diego, a la vez que se
comprometió a averiguar algún detalle acerca de los apellidos del tío Avelino,
para lo que le emplazó para unas semanas después. Por último, en lo que acabó
siendo algo de mucha importancia, le recomendó que se dirigiera al registro de
Alba de Tormes, porque tenía idea de que el tío Avelino procedía de ese
municipio. Y allí se presentó el 24 de marzo. De entrada se topó con dos
problemas: uno, que el personal estaba en huelga; y el otro, que sólo disponía
del nombre de pila. Mi hermano, no obstante esas circunstancias, consiguió que
le atendieran y que buscaran en el registro del año 1880. Pero no apareció
nada.
Avelino González Fraile, natural de Alba de Tormes
Al
cerrarse las pistas que anteriormente se habían ido abriendo, volvíamos a
encontrarnos con dificultades, por lo que mi hermano acudió a Manuel Sánchez,
párroco de Beleña, que le sugirió visitar el Archivo Diocesano de Salamanca,
pero, sobre todo, le dejó un ejemplar del libro Martinamor, un pueblo
en la Tierra de Alba de Tormes, cuyo autor es el sacerdote Hilario Almeida[32], nacido en el mismo
pueblo. La obra contiene una información muy interesante acerca del tío
Avelino, porque, pese a ser escueta, se hacen diversas alusiones a su vida y
muerte, así como de otros familiares, como Raimundo Sánchez Boyero y Manuela
Vicente Barrado, padre y madre de la tía Eulalia, personas casi desconocidas en
nuestra familia. Aparece incluso una fotografía del tío Avelino, su esposa
Serafina y su sobrina, e hija acogida, la tía Eulalia.
Según
se cuenta en el libro, el tío Avelino nació en Alba de Tormes en 1880, siendo
su padre Eleuterio González y su madre Demetria Fraile. Se dice también que se
casó con Serafina Vicente Barrado, que el matrimonio residía en Cuatro
Calzadas, que no tuvieron hijos e incluso que el tío Avelino llegó a ser
alcalde de Martinamor en 1925. No falta una alusión al hecho de que “disponía
de una máquina para renovar las semillas de cereales para la siembra”, lo que
dio lugar a que se le conociera con el apodo de “el Renovero”. Esto último
coincide con la información que nos habían transmitido en casa de que era un
agricultor próspero.
Hilario
Almeida vuelve a referirse en su libro a lo ya sabido de que era “un hombre
bueno” y “apreciado”, pero, dentro del tema que nos ocupa, aporta algunos datos
nuevos sobre su muerte. Uno tiene que ver con el lugar donde lo mataron,
refiriéndose a “la finca de Castillejos”, que en realidad es Castillejo[33]. Otro dato está
relacionado con la fecha en que sucedió, de la que se dice que fue en
septiembre de 1936, añadiendo de una manera amorfa que fue “víctima de la
situación del momento”. Junto a estas referencias recurrentes de su valoración
social o el eufemismo sobre las circunstancias de su muerte, hay dos
importantes novedades: una mayor concreción del lugar y del mes de su muerte.
En
casa siempre se había denominado la forma de su muerte como “un
paseo” o “en la cuneta”. En cuanto al momento, nos contaban que fue “al
comienzo de la guerra” o “en el verano del 36”. Pero, por lo que mi
hermano fue descubriendo, en Martinamor se sabía que lo habían matado en el
municipio de Pedrosillo de los Aires y posiblemente, como se desprende del
libro de Hilario Almeida, que el lugar concreto fue la finca de Castillejo. No
eran municipios colindantes, pero sí próximos.
La
finca de Castillejo se encuentra en el término municipal de Pedrosillo de los
Aires, cerca de la carretera nacional y cerca también del pueblo de La
Maya. Según el estudio de Santiago López y Severiano Delgado antes
referido[34], esa zona fue de las
más castigadas por la represión en los primeros años. Incluso se llega a
señalar que entre finales de septiembre y los primeros días de octubre fueron
fusilados los detenidos de la Cárcel Provincial procedentes de
Pedrosillo de los Aires[35].
¿Tiene
algo que ver una cosa con la otra? Lo que parece seguro es que el tío Avelino
no estuvo en la cárcel, como se desprende de la información aportada por los
registros estudiados y como se desprende de los testimonios que se conocen de
vecinos y familiares. Lo más que podíamos conjeturar en esos momentos era que
su muerte y la de los detenidos en la cárcel que provenían de la zona podrían
haber coincidido en los días. Pero eso tampoco estaba claro. En esos momentos
de la investigación era necesario saber más cosas, sobre todo en lo relacionado
con las fechas concretas. Lo que resultaba claro es que el pueblo de Pedrosillo
de los Aires y, dentro de él, la finca de Castillejo fue un importante
escenario de fusilamientos.
Una
vez que mi hermano supo el nombre de la finca, y con el fin de confirmar la
información, hizo varias llamadas telefónicas aleatorias a gente de Pedrosillo
de los Aires, preguntando acerca de los fusilamientos. En varios testimonios
coincidieron que sí los hubo en la finca mencionada. De todo ello se puede
deducir que en Pedrosillo de los Aires ha sido vox populi ese
hecho, al menos entre quienes vivieron o conocieron los sucesos de la guerra.
Primera constancia documental del nacimiento de Avelino González
Fraile
Una
vez que mi hermano supo del libro sobre la historia de Martinamor, con la ayuda
del párroco de Beleña se dirigió a Manuel Almeida, también sacerdote y
residente en Salamanca, logrando que le facilitara el teléfono de su
hermano Hilario. Las entrevistas con los dos sacerdotes, realizadas el 1 de
abril, resultaron ásperas y estuvieron llenas de desconfianza. En
sus intentos por saber algo más sobre Avelino González Fraile y la
fuente de la que obtuvo Hilario Almeida su información, lo más que consiguió
fue la indicación de que acudiera al Archivo Diocesano de Salamanca.
Y
a ese lugar fue al día siguiente, algo que, no obstante, ya había tenido
previsto hacerlo con anterioridad. Y fue en el Libro 112-8 y folio 81 donde
apareció que Avelino González Fraile, hijo de Eleuterio y de Demetria, nació el
24 de noviembre de 1879 en Alba de Tormes. Así consta por escrito, aunque el
año no coincide con el que se indica en el libro de Hilario Almeida, un error que,
en todo caso, no es algo que tenga mayor importancia.
Esta
última información me la transmitió mi hermano telefónicamente el mismo día que
la obtuvo, por lo que le dije que, teniendo ya los datos sobre el nombre
completo del tío Avelino, y sobre el lugar y fecha de nacimiento, sería
necesario volver al registro de Alba de Tormes, donde, además de poder
confirmar dichos datos, debería estar registrada la fecha de su muerte. Como
resulta preceptivo legalmente que se comunique a los registros civiles correspondientes
de las cabezas de partido las incidencias de las personas nacidas en cada
municipio, entre las que están las defunciones, le insistí sobre la importancia
de esa visita.
Los datos del registro civil de Alba de Tormes
El
día 3 de abril mi hermano se encontró con el Registro Civil de Alba de Tormes
cerrado, no así el día siguiente, en que sí logró su objetivo de obtener varias
fotocopias de documentos. Además de unas pequeñas variaciones sobre su
nacimiento, lo más importante fue la obtención de una información altamente
novedosa, registrada después de su muerte. Pero vayamos por partes.
Según
consta en el acta de nacimiento, recogida con el “Número 86” del
registro, el tío Avelino nació en Alba de Tormes el día 24 de septiembre de
1879. El nombre de pila que aparece no es, curiosamente, Avelino, sino Aledino,
lo que debe interpretarse como un error de trascripción, teniendo en cuenta lo
que consta en el Archivo Diocesano y el nombre con el que siempre fue conocido.
Su padre, Eleuterio González Casanova, era originario de Entrimo, un pueblo de
la provincia de Orense, y se dedicaba al oficio de cantero. La familia materna
era, por su parte, de la provincia de Salamanca. Su madre, Demetria Fraile
Martín, había nacido en La Maya y se dedicaba a “las ocupaciones de
su sexo”, mientras que su abuelo, de profesión ganadero, lo había hecho en
Frades de la Sierra y su abuela en Pedrosillo de los Aires.
En
el margen izquierdo de la hoja, debajo de su nombre, aparece un escrito que
reza lo siguiente: “Hoy 1 de Diciembre de 1936 a instancia y petición
verbal de parte interesada se expidió certificación literal de esta acta en un
pliego clase 3ª serie B número 0.937.514”, con una firma
ilegible. A mi hermano, como también al funcionario, le llamó la
atención este añadido posterior a su muerte.
Después
de la visita de Alba Tormes, en la misma mañana, mi hermano viajó a Martinamor
y con la ayuda de la alcaldesa y del secretario municipal indagó en el registro
municipal sobre el acta de defunción, aunque sin resultado positivo. Luego hizo
lo mismo en Buenavista y Beleña, sin que tampoco sacara nada en claro. Pero
distinto fue lo ocurrido en Pedrosillo de los Aires, donde tuvo acceso a un
acta de defunción que, presumiblemente, pudiera pertenecer al tío Avelino.
En el Registro Municipal de Pedrosillo de los Aires
La
consulta en el Ayuntamiento de Pedrosillo de los Aires se dirigió a las actas
de las defunciones acaecidas durante el mes de septiembre de 1936. En un
principio, todas, menos una, parecía que tenían su nombre correspondiente. La
excepción estaba en una que no lo lleva y está registrada en el “Folio cinco”
con el “Número 7 de 1936”, en cuyo margen izquierdo se indica lo siguiente
respecto a su nombre y apellidos: “Ignorados. Varón, adulto, fallecido el 7 de
septiembre de 1936”. Está redactada a las 17:15 horas del día 7 de
septiembre de 1936 y pertenece a “un varón desconocido que representa tener
primeramente [con dudas] la edad de cincuenta y cinco años”. No consta el lugar
de nacimiento, pero a continuación se describen sus rasgos físicos, como “1’70
metros de estatura”, “corpulento” o “pelo negro canoso”, y su vestimenta y
algunos objetos personales, como un reloj y parte de un ejemplar del
periódico El Adelanto[36]. Se sigue diciendo que
falleció en “el campo, dehesa de Castillejo (...) el día de hoy, siete de
septiembre de mil novecientos treinta y seis, como a las dos horas y
treinta minutos, a consecuencia de lesiones por disparos de arma de fuego,
según resulta de la declaración facultativa consignada en acta y reconocimiento
practicado, y su cadáver habrá de recibir sepultura en el cementerio de la
localidad”.
En
ese momento consideramos que pudiera pertenecer a Avelino González Fraile, lo
que no resultaba descabellado, en la medida que, siendo el único cadáver del
mes de septiembre no identificado, se tenía por desaparecido entre la gente más
allegada de la familia tras su detención por el grupo de falangistas. En todo
caso, dado la oscuridad que ha rodeado siempre a su muerte, deberíamos tomar
esa información como un indicio que no debíamos menospreciar, aunque era
necesario corroborarlo.
En
esta situación y con estos datos, creyendo que pudiera tratarse del tío
Avelino, estuve reflexionando acerca de por qué el cadáver no fue reclamado.
Para responderme a mí mismo argumentaba que podía
resultar un contrasentido en la medida que no constaba en ningún lugar ni su
detención ni, por lo sabido hasta ese momento, su muerte. El que no esté su
nombre en el registro de la Cárcel Provincial podría probar que no
estuvo allí. Pero el que no esté en el registro de Alba de Tormes, donde nació
y donde tuvo que haberse comunicado la incidencia, ya es una clara anomalía
administrativa. Y el que no apareciera ni en Pedrosillo de los Aires, donde los
testimonios habían ido apuntado a que allí fue conducido tras su detención y
fusilado junto con otras personas, era más grave todavía. Ya se ha dicho que en
nuestra familia, por lo que sabemos por nuestra madre y por la tía Eulalia,
siempre se dijo que había desaparecido y de ahí las expresiones “le dieron el
paseo” o “murió en la cuneta”. Conviene tener en cuenta que en una cultura como
la nuestra resulta de máxima importancia saber dónde se encuentran enterrados
los restos de los seres queridos para honrarlos y recordarlos. Por ello, todo
resultaba excesivamente raro.
Aun
con esa posibilidad me surgieron dudas, de manera que el día 13 abril volví a
hablar con mi hermano para que me explicase en qué se basaba para afirmar la
posibilidad de que el acta de defunción podía ser el del tío Avelino. Me habló
de las dificultades que tuvo para revisar los documentos, siendo el propio
funcionario, en un exceso de celo, quien hojeaba el registro, por lo que se
limitó a seguirle como buenamente pudo, y sin la posibilidad de indagar con la
libertad y el detenimiento necesarios. En parte me dejó tranquilo cuando me
dijo que ya había concertado una nueva visita a Pedrosillo de los Aires para el
martes 15 de abril y que me tendría al tanto.
Paralelamente,
yo mismo envié un correo electrónico a la Asociación Memoria y
Justicia de Salamanca, con fecha 14 de abril[37], con la intención de
poder obtener más información. La contestación fue rápida en dos correos, el
último del 18 de abril. Pero para no adelantarme, prefiero antes detenerme en
un hecho de máxima importancia.
Nueva visita a Pedrosillo de los Aires
La
mañana del 15 de abril fue el momento y el día en que mi hermano consiguió el
acta de defunción. Todo un fruto de su empeño e insistencia, al ser él mismo
quien finalmente revisó con más detenimiento los libros de registro, donde, por
fin, apareció el documento escrito buscado. De esta manera también se
desprendía que el acta de defunción anónima encontrada el día 3 no era la suya.
En
el acta de defunción del tío Avelino están escritas dos fechas diferentes y
distantes en un año. En el margen izquierdo se numera el folio con el “16
de 1937”, a la vez que se hace constar que pertenece a “Avelino González
Fraile - adulto. Falleció el 7 de sepbre 1936” y se indica en la
parte inferior “Visitado 31 diciembre 1937. El Fiscal municipal”. En el texto
del acta se fecha la inscripción el 8 de octubre de 1937.
A continuación se indica la identidad, en la que, además de su nombre, se
refiere al municipio de nacimiento, el nombre de su padre y de su madre, y el
domicilio “en Cuatro Calzadas, término municipal de Martinamor”. No falta una
alusión a su matrimonio, reflejándose el nombre de su esposa, su dedicación a
las tareas del hogar y también al hecho de que en el matrimonio “no ha quedado
sucesión”. En cuanto a los pormenores de la muerte se ha escrito lo siguiente:
“suponiéndose que falleció en despoblado dehesa de Castillejo el día siete de
septiembre de mil novecientos treinta y seis, a las dos horas próximamente
[sic] (...), a consecuencia de disparo de arma de fuego, según resulta de
manifestación facultativa en acta y reconocimiento practicado, y su cadáver
había recibido[38] sepultura en el
cementerio de la localidad el día de su muerte”.
La
inscripción del tío Avelino aparece con diferencias. Se realizó un año después
de su muerte efectiva, que, no obstante, se hizo constar en dos ocasiones: en
el margen izquierdo y dentro del texto. ¿Por qué ha sido así, cuando, por
ejemplo, la persona anónima fusilada también el día 7 de septiembre de 1936 fue
inscrita el mismo día de su muerte? Y aquí también cabe unas preguntas que
tienen que ver con algo que dejamos antes pendiente: ¿quién pidió verbalmente
el 1 de diciembre de 1936 una certificación literal del acta de nacimiento en
Alba de Tormes, cuando ni siquiera se había realizado la inscripción de su
muerte? ¿Para qué se pidió?
Es
decir, coincidiendo con el intento por mi parte de obtener más información, mi
hermano había dado con una de las claves de la muerte de Avelino González
Fraile: una de las pruebas documentales. En esas actuaciones paralelas entre mi
hermano y yo, de los dos correos electrónicos que recibí de la Asociación
Memoria y Justicia de Salamanca, en uno de ellos se adjuntaba un archivo
en el que aparecía una copia escaneada del registro de defunción de la persona
anónima fusilada el 7 de septiembre. Mi contestación, hecha el día 18, aclaraba
la situación, y pedía ayuda acerca de los fusilamientos de la finca de Castillejo,
además de ponerme a su disposición[39].
Visita a Castillejo y al cementerio de Pedrosillo de los Aires
En
su visita a Pedrosillo de los Aires mi hermano estuvo hablando primero con
Argimiro Cruz, que fue Alcalde de Pedrosillo de los Aires hasta el año 2007,
contándole detalles sobre la represión durante la guerra. La información abundó
en algunas cosas ya sabidas, pero también aportando más detalles sobre lo
ocurrido a otras gentes. Le habló de que algunas personas se
escondieron en fincas de amigos o de familiares, y de que otras llegaron hasta
Francia, sin que se haya vuelto a saber nada de ellas. Para Argimiro Cruz el
jefe de la patrulla falangista se llamaba Pepe “el de Alba”, lo que coincidía
de hecho con la información de Roque. Dijo también que era de Alba de Tormes y
apuntó como dato que estas personas obtenían “ciertos beneficios económicos”
por sus servicios, por los que “les daban buen dinerillo por esos trabajos
humanos”.
Tras
esa entrevista mi hermano se dirigió al que ahora es alcalde del pueblo, Ángel
Alonso, que lo acompañó a visitar primero la finca de Castillejo y, más
concretamente, el lugar donde se dice que se produjeron los fusilamientos.
Posteriormente se dirigieron al cementerio, donde Ángel Alonso le indicó el
lugar en el que enterraron a las personas fusiladas. Se trata de un espacio más
vacío de sepulturas que resalta dentro del recinto y donde una gran parte de
sus cruces han sido levantadas y amontonadas recientemente. También se refirió
a que la finca de Castillejo había pertenecido a la casa de Alba, sobre lo que
he podido averiguar que fue objeto de expropiación por el IRYDA posteriormente,
ya durante el régimen franquista, junto con otras tierras de los municipios
cercanos de Salvatierra de Tormes y La Maya, donde llegaron a distribuir
algunas tierras de regadío y construir varios poblados de colonización[40].
No
obstante, según otros vecinos del pueblo, existe otro lugar donde también se
produjeron fusilamientos. Dos versiones que pueden ser perfectamente ciertas al
mismo tiempo. En todo caso, los pinos y las encinas fueron testigos mudos
durante la noche de la muerte por fusilamiento de varias personas de los
pueblos colindantes a Pedrosillo de los Aires. Entre ellas estaba Avelino
González Fraile, al que habían -por qué no decirlo- secuestrado en su casa de
Cuatro Calzadas para llevarlo no sólo a la muerte, sino al olvido.
Avelino González Fraile, un agricultor acomodado
Mi
hermano culminó la jornada del día 15 con la visita a Martinamor, donde una vez
más se entrevistó con Roque. Fue una conversación más larga y tuvo mayor
confianza. Recibió a mi hermano en el gran patio de su casa y conversaron
mientras hacía trasplantes de lechuga u otras tareas. Volvió a repetir muchas
de las cosas ya sabidas, pero fueron surgiendo más detalles, como que conoció
muy de niño al tío Avelino, dada su edad de 85 años. Lo que sabe de él lo ha
ido acumulando en su memoria por lo que ha ido oyendo en casa y en el pueblo a
lo largo de su vida.
Roque
no supo decir cuándo llegó el tío Avelino a Martinamor ni para qué, pero sí que
se casó con Serafina, y que sus hermanas Manuela y Gregoria, que podrían ser de
menor edad, lo hicieron después. Sólo Manuela, casada con Daniel Boyero
Sánchez, tuvo descendencia, de manera que Serafina crio a la tía
Eulalia, a la vez que Gregoria hizo lo propio con otra hija de Manuela, la tía
Excearia. Cuando el tío Avelino llegó a Martinamor se dedicó a la compraventa
de tierras, granos y ganado, acabando por instalarse en Cuatro Calzadas, donde
tuvo varias fincas. Relacionada con estas actividades estaba la compra de
grano, que limpiaba con sus máquinas, para luego revenderlo. De esta manera fue
prosperando en su patrimonio personal. Roque no supo decir si se casó con
Serafina Vicente Barrado antes o después de asentarse en el municipio.
Esta
prosperidad económica, conocida de siempre en nuestra casa y referida en el
libro de Hilario Almeida, le permitió tener a dos o tres personas asalariadas
de una forma permanente para las tareas del campo, al margen de los temporeros
que contrataba en diferentes épocas del año. Tenía, así mismo, un camión, que
conducía un chófer, y un coche. Esta descripción nos permite ratificar que la
condición social del tío Avelino era la de un labrador rico o acomodado.
Intentando
averiguar el partido político al que pertenecía el tío Avelino, Roque sólo supo
decir que “era republicano, como otra gente del pueblo”, y que desde la guerra
se llamaba a esas personas con el nombre de “los rojos”. Sobre la persona que
dirigió el grupo que fue a detenerlo a casa volvió a repetir lo de Pepe “el Zampón”.
Contó que iban por la noche en busca de republicanos, “nunca de día, porque
trabajaban”. Por esa razón “algunos pudieron librarse, porque al atardecer
desaparecían de casa”, aunque no toda esa gente tuvo la misma suerte, pues
“hubo algún confiado que fue cogido”.
CONCLUSIONES
Algunos interrogantes
Avelino
González Fraile ha sido durante muchos años un desaparecido. Con este trabajo
se han puesto de manifiesto muchas cosas desconocidas: dónde lo mataron y dónde
lo enterraron, y también quiénes participaron en su muerte y quién acabó
adquiriendo sus propiedades. Quisieron también robarle la memoria. Pero se
mantuvo durante mucho tiempo por mi madre y por la tía Eulalia, que nos la
transmitieron. Con este trabajo se ha buscado que no se olvide lo que
hicieron quienes lo mataron, para su oprobio, si es que viven, y
para que no se repitan historias de esta naturaleza. Y ante todo se
ha buscado que nunca se olvide al que llamábamos tío
Avelino.
Me
sigo preguntando si su mujer, la “abuela” Serafina, supo de ello. En casa mi
madre lo dio siempre por desaparecido. La tía Eulalia nos dijo lo mismo. Caben
muchas conjeturas. Una es que, sabiéndolo, sus familiares más allegados lo
callaran. ¿Por miedo? Otra, que sólo lo supo la “abuela” Serafina y lo guardó
para su sobrina y ahijada Eulalia. ¿Por la misma razón de antes? Otra
posibilidad, en fin, es que no lo supieran nunca. Esa duda permanece y
pertenece a la naturaleza de su muerte: matar para silenciar. ¡Y qué mayor
silencio que la simple desaparición como base del olvido!
¿Qué
se trasluce de todo esto? El acta de defunción es muy clara a la hora de
describir las características de la persona fallecida. El eufemismo “lesiones
por disparos de arma de fuego”, que esconde el término fusilamiento, es elocuente.
La hora de la ejecución, muy de madrugada, coincide con las
prácticas normales en esas circunstancias. En ningún caso se hace referencia a
las razones de su fusilamiento ni a ningún tipo de acusación o sentencia
judicial. De todo esto se colige que fue un asesinato político alevoso contra
una persona que tenía un posicionamiento político republicano. Tampoco nada
nuevo, por lo que vamos conociendo que ocurrió en esos años.
Pero
¿hubo algo más? ¿Quién solicitó verbalmente una
certificación literal de su acta de nacimiento en diciembre de 1936,
tres meses después de su muerte? ¿Por qué o para qué? ¿Hubo otras
circunstancias?
Para terminar
La
muerte de Avelino González Fraile tiene ciertas diferencias sobre las ocurridas
en Salamanca durante esos años. Se sabe que la represión se centró
principalmente sobre dirigentes políticos y sindicales, y sobre aquellas
personas que habían sobresalido en los movimientos sociales, como la reforma
agraria y huelgas, o en el mundo de la cultura. Fue una represión que tenía
como objetivo descabezar cualquier atisbo de reorganización o resistencia, así
como atemorizar a la población, en previsión de que cualquier movimiento de
oposición o resistencia pudiera poner en peligro el poder de las nuevas
autoridades. Fue un modelo que se aplicó en todas las provincias donde triunfó
el golpe de estado militar de julio de 1936 y sucesivamente en las localidades
que fueron conquistando las tropas sublevadas. Y aunque la represión en las
provincias “fieles” fue menor que en las que mostraron apoyo al gobierno
republicano, no se puede despreciar su dimensión. Los datos que se van
ofreciendo sobre las víctimas en Salamanca son variables, pero, como está
ocurriendo en la mayor parte de las provincias controladas por el ejército sublevado
y vencedor, van aumentando en su cuantía[41].
En
el acta de defunción del día 7 de septiembre de 1936 el juez municipal de
Pedrosillo de los Aires dispone que el cadáver debía ser enterrado en el
cementerio de la localidad. Falta por saber dónde exactamente y si quedan los
restos. Con los medios actuales se podrían exhumar y hacer los estudios de ADN
correspondientes. Pero Avelino González Fraile no tenía descendencia. Habría
que acudir a sus familiares de Entrimo, en la provincia de Orense, de donde
provenía su padre, o los de La Maya, Frades de la Sierra o el
mismo Pedrosillo de los Aires, de donde provenía su madre.
Su
caso ha sido el de un desaparecido. Una persona que se sabe que murió, porque
lo mataron al principio de la guerra. Por motivos políticos, por republicano y
rojo. ¿También por motivos económicos? La represión económica fue otra de las
facetas de la guerra y la posguerra. Existen algunos estudios, pocos, sobre la
represión económica[42] y a ella han
dedicado algunas líneas Santiago López y Severiano Delgado en uno de sus
artículos[43], o el propio Severiano
Delgado y Javier Infante en otro, con ejemplos de varias familias salmantinas[44]. No hace mucho se ha
publicado la novela de Almudena Grandes El corazón helado, basada
en la apropiación del patrimonio familiar de un exiliado por un pariente
allegado al régimen de Franco. El periodista Carlos Elordi nos ha
contado el caso de una familia que no pudo recibir como herencia los
animales que el padre, un cabrero que acabó ejecutado, quiso dejarles[45]. En medio de todo esto
hubo junto a la represión física numerosos actos de pillaje más o menos
encubiertos. De lo que se trataba era de acabar con lo que los sublevados
consideraban un cáncer, pero haciendo el mayor daño posible.
Notas
[1] Esperabé
(1941, p. 207).
[2] Montoto
(1979).
[3] Vidal-Naquet
(1994, p. 14).
[4]
Rodrigo (2006, pp. 164 ss.) hace un interesante análisis sobre los factores que
explican el interés de esta generación por la recuperación de la memoria
histórica.
[5] López
Pintor (1981, p. 22) y Aguilar (1996, pp. 348 y ss.), que se basan en las
encuestas del Instituto de Opinión Pública de 1966, 1975 y 1976; la segunda,
además, en los informes FOESSA de 1966, 1970, 1975 y 1981.
[6]
Existen distintos autores que han defendido una versión diferente a la más
extendida, fruto del llamado consenso constitucional, como la de Joan Garcés
(2008; la edición inicial es de 1996), Doménech (2003), Navarro
(2003), Vidal-Beneyto (2007), Gallego (2008), etc.
[7]
No voy a entrar en un debate que no creo necesario y que ha suscitado en
ocasiones duras palabras. Espinosa (2007, p. 422), que ha trabajado hasta hace
poco fuera del ámbito académico, ha llegado a escribir en un tono muy crítico
que “la Universidad (...) no tocará este asunto hasta bien entrados los
90. (...): los aspectos sucios del golpe militar recaerán sobre los peones de
la historia, es decir, sobre el grupo de investigadores que, por su cuenta
propia y cada uno según sus posibilidades, levantarán acta de la masacre y de
las dificultades para llegar a conocerla”.
[8] Entre
los primeros está Joaquín Arrarás, Ramón Salas Larrazábal (1977) o Ricardo
de la Cierva (2008); y entre los segundos Pío Moa (2005), César
Vidal, Ángel David Martín Rubio (1997), Jesús Mª Zavala (2004), etc., quienes,
como ocurre en otros países (Alemania, Francia, Reino Unido, Austria, etc.),
niegan sin ningún rubor hechos históricos irrefutables y orientan sus escritos
como meros publicistas, en la mayoría de los casos con un elevado rendimiento
comercial. Espinosa (2005) o Reig (2008), entre otros, hacen una crítica
razonada y demoledora sobre ese tipo de publicistas. El historiador francés
Vidal-Naquet (1994) escribió en 1980 una importante obra hace años rebatiendo los
falsos e insostenibles argumentos del “revisionismo” histórico dedicado a la
negación del holocausto judío y la minimización de los crímenes nazis.
[9] Montoto
(1979); el reportaje, uno dentro de una serie sobre el tema, se ha reproducido
en https://www.foroporlamemoria.info/documentos/2004/interviu_oct1979.htm.
[10] Aguilar
(1996, p. 361) ha llegado a la conclusión de que “el recurso al silencio
supuso, para muchos, ciertas renuncias que acabaron convirtiéndose en
frustraciones, pero se consiguió el objetivo máximo que todos querían
conseguir: la consolidación pacífica de una democracia en España”.
[11] Autoría
colectiva (1997).
[12] Luis
P. Martín, “La otra cara de la Guerra Civil: la represión de la masonería
salmantina”; Josefina Cuesta Bustillo, “El espacio y el poder en Salamanca, al
comienzo de la Guerra Civil en Salamanca (1936)”; Josefina Cuesta
Bustillo, “La Guerra Civil y la militarización del espacio civil en
Salamanca (1936-1939)”; María Luisa de Prado Herrera, “La retaguardia
salmantina al comienzo de la Guerra Civil: apoyos sociales y económicos a
los sublevados”; Fernando González: “Salamanca, el cine y la Guerra
Civil”; y Juan Andrés Blanco Rodríguez, “La participación salmantina en el
bando republicano en la Guerra Civil”.
[13] Fraser
(1997); la primera edición data de 1979.
[14] López
y Delgado (2001).
[15] www.salamancamemoriayjusticia.org.
[16] Pérez
García (2002).
[17] La
colección tiene recogida la información publicada (en forma de
reportajes, artículos de opinión y entrevistas a protagonistas sobrevivientes,
familiares e historiadores) por los diarios salmantinos El
Adelanto, Tribuna de Salamanca y La Gaceta; el
vallisoletano El Norte de Castilla; y los de tirada estatal El
País y El Mundo.
[18] López
y Delgado (2007).
[19] López
y Delgado (2007, pp. 126-128).
[20] Los
autores del artículo hacen un reconocimiento de la labor realizada por el
militante socialista Luis Calvo Rengel (Robledo, 2007, p. 126).
[21] López
y Delgado (2007, p. 406).
[22] Berzal
(2007); la noticia, obtenida de diversas agencias, la localicé por internet en
la revista electrónica Rebelión, con el título “Al
menos 14.500 personas fueron ejecutadas en Castilla y León durante la represión
franquista”, publicada el 17 de diciembre de 2007.
[23] Berzal
(2007, v. 1, p. 18).
[24] Delgado
e Infante (2007, v. 1, p. 298).
[25] Salgado
(2001).
[26] La
primera edición data de 1981, según refiere a este aspecto María Luisa
García-Nieto Onrubia en la Introducción de la edición de 2001.
[27] Sánchez
(1976); se trata de un libro dedicado a la figura del dirigente del POUM
Joaquín Maurín, con quien, además de compartir militancia, coincidió en la
cárcel salmantina y mantuvo una posterior comunicación cuando Maurín acabó
instalándose en Nueva York tras su excarcelación.
[28] En
este listado aparecen dos nombres que me han suscitado curiosidad: uno es el de
Felisa Diego García, tía de mi madre, que fue víctima del bombardeo del 25 de
enero de 1938; aunque en el listado aparece como herida, por la
información que nos transmitió nuestra madre, falleció como consecuencia
de esas heridas; el segundo nombre es el de Elisea González Fraile, también
herida en el mismo bombardeo, y cuyos apellidos coinciden con los del tío
Avelino. En esos momentos, como es lógico ignoraba la coincidencia de
apellidos, porque desconocíamos los del tío Avelino: tampoco es seguro que
exista una relación familiar con el tío Avelino, pues la edad de esta mujer era
de 27 años, una diferencia apreciable.
[29] López
y Delgado (2001).
[30] Se
menciona una obra de Luis Calvo Rengel titulada Semilla de libertad,
sin que se aporte lugar y fecha de edición.
[31] “Triste
recuerdo te dedican tus tíos Serafina y Avelino a su sobrino Juan Boyero, que
falleció en Bilbao a los 28 años el día 27 de octubre de 1933, siendo traslados
los restos a este cementerio. RIP”.
[32] Almeida
(1999, pp. 611, 612 y 659).
[33] El
nombre de la finca, que el autor denomina como Castillejos, aparece en los
mapas en singular, como Castillejo.
[34]
López y Delgado (2001, p. 248 y ss.) y López y Delgado (2007, p. 144 y ss.).
[35]
López y Delgado (2001, pp. 252-253).
[36] Un
poco más adelante se enumeran más detalladamente las pertenencias personales,
tales como “la gorra, el cinturón, reloj, monedero, encendedor, bote para el
tabaco y lapicero”, de las que se escribió que se han “recogido para
conservar”.
[37] Este
era su contenido: “Desde hace un tiempo vengo buscando información acerca de un
familiar muerto y desaparecido al comienzo de la guerra en Salamanca, del que,
poco a poco, voy consiguiendo cada vez más datos. Además de las escasas referencias
familiares, ya dispongo de datos documentales, pero siempre insuficientes,
porque, como dije antes, es un desaparecido. Por las noticias que tengo lo
mataron en la finca Castillejo, en el término municipal de Pedrosillo de los
Aires. Me gustaría saber si disponéis información sobre ese lugar como
lugar de fusilamientos y, si fue así, de enterramiento”.
[38]
Como el acta de defunción es un impreso de imprenta, se han corregido a
mano las palabras “habrá de recibir” por “había recibido”.
[39] El
contenido del correo electrónico que envié a la Asociación el 18 de
abril fue el siguiente: “He recibido vuestros dos correos. Llevo unos días
pendiente de lo que un hermano mío, que vive en Salamanca, está haciendo
en busca del familiar. En efecto, ese acta de defunción lo conozco y
precisamente por ser de una persona desconocida sospechamos que pudiera ser del
familiar. Pero, hete aquí, que después de las dudas que teníamos mi
hermano volvió a ir a Pedrosillo y con la misma fecha encontró este martes el
acta de defunción del familiar, que se llamaba Avelino González Fraile.
Estoy realizando, con la ayuda de mi hermano, una investigación sobre la muerte
del "tío Avelino". Nos hemos topado, y seguimos así, con
muchos problemas. Pero hay una cosa que me gustaría que me dijerais si lo
sabéis: el alcance de los fusilamientos en la finca Castillejo de Pedrosillo de
los Aires. Como no voy a cejar en mi empeño de averiguar cuanto pueda del
familiar (poco a poco voy reconstruyendo su historia), e
indirectamente de cuantos allí fueran fusilados, si podéis aportarme información,
os lo agradecería. Por mi parte estoy a vuestra disposición, así como que os
pondré al corriente del resultado del trabajo”.
[40] En
parte apuntó correctamente, pues, como ha indicado el geógrafo Ángel
Cabo (1999, pp., 412-413), los poblados de Castillejo (en Pedrosillo de
los Aires), Santa Teresa y Santa Inés (en La Maya), etc., hasta un total
de ocho en la zona de Alba de Tormes, fueron objeto de colonización y puesta en
regadío. Según Roque, la finca de Castillejo en la actualidad ha vuelto a pasar
al patrimonio de la casa de Alba.
[41] Enrique
Berzal (2007, v. 1. pp. 17-18) ha resaltado que las 6.562 y 6.727 ejecuciones
reconocidas, respectivamente, por Salas Larrazábal y Martín Rubio han sido
superadas por las investigaciones que se están llevando a cabo, de manera que
las estimaciones hechas superan el número de 14.600, de las cuales unas 1.000
corresponderían a Salamanca; y se trata de datos incompletos, porque falta
mucho por investigar, sobre todo en los pueblos.
[42] Moreno
(1999, p. 345) ha escrito que “nunca podrá ser cuantificado y documentado, en
toda su magnitud, el pillaje incontrolado y arbitrario que se llevó a cabo en
toda España contra los bienes y enseres de los vencidos”.
[43] López
y Delgado (2007, p. 133 y ss.).
[44] Delgado
e Infante (2007, pp. 298. y 335 y ss.) mencionan a la familia peñarandina
Ruipérez, que en algunas de sus ramas sufrió la incautación de sus propiedades
y la imposición de elevadas multas.
[45] Elordi
(2004, pp. 221-222).
DOCUMENTACIÓN: FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA
Archivos, hemerotecas y registros
Archivo Diocesano de Salamanca.
Hemeroteca de la Gaceta de Salamanca.
Hemeroteca de la Universidad de Salamanca.
Registro Municipal de Alba de Tormes.
Registro Municipal Martinamor.
Registro Municipal Pedrosillo de los Aires.
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Adelanto, Tribuna de Salamanca, La Gaceta, El Norte de Castilla, El País y El
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Colectivo Republicano de Euskal Herría/Euskal Herriko Talde
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Otros lugares visitados
Finca Castillejo (Pedrosillo de los Aires).
Cementerio de Martinamor.
Cementerio de Pedrosillo de los Aires.
Fotografías
Juan-Miguel Montero Barrado.
Ángel Hernández.
Familia González Barrado, reproducida en el libro de Hilario
Almeida Cuesta.
Jesús María Montero Barrado.
(Imágenes: 1 y 2, familia González Barrado, reproducida en el
libro de Hilario Almeida Cuesta; 3, 4 y 6, Juan-Miguel Montero Barrado; 5,
Ángel Hernández; 7, Jesús María Montero Barrado).
El trabajo ha sido también publicado en:
https://marymeseta.blogspot.com/2022/12/avelino-gonzalez-fraile-en-1936-la.html
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