Boca, inflamación de: gargarismos de infusión de manzanilla.
Cabeza, dolores de: se ponía un paño empapado en aguardiente en la frente.
Anginas: infusiones de agua de eucalipto, tomillo, romero. También, haciendo gargarismos de agua con sal.
Bronquitis: se preparaba un jarabe con una cucharada de miel o de azúcar hecha almíbar, medio litro de leche, un puñado de orégano, tomillo y de 3 a 5 higos secos (éstos, siempre que fuesen impares), en algunos casos una manzana pelada y troceada, y luego se hervía todo junto, después se colaba y se tomaban 3 ó 4 tazas al día. También eran muy importantes los vahos de eucalipto.
Catarros: infusiones de tomillo y romero. Vahos de eucalipto.
Tos: una o dos zanahorias raspadas y cortadas en rodajas finas; éstas se metían en una taza de porcelana, luego se cubrían con el zumo de uno o dos limones bien colados y dos cucharadas de miel, y se dejaban macerar dos horas; luego se tomaba una cucharada cuando apareciese la tos.
Ronquera: el mismo jarabe que para la tos. También infusiones de tomillo y orégano.
Diviesos, forúnculos: colocaban una hoja de la planta siempreviva (o curalotodo, como también la conocen) sobre el grano, no sin antes quitarle la telilla de la parte interior; luego se sujetaba con un trapo, haciendo las veces de venda; a los pocos días éste estaba abierto y limpio de las impurezas. También utilizaban higos cocidos, que se abrían y se colocaban sobre el divieso.
Empacho: se enjabonaba muy bien un paño de lienzo casero con el jabón hecho en casa, luego se empapaba con aguardiente y se colocaba sobre el estómago; el paciente notaba como si fuego saliese del órgano; más tarde los dolores iban cediendo hasta lograr definitivamente su desaparición.
Estreñimiento: echaban agua caliente en un orinal y se sentaban, para que de esa forma tomaran vahos por el ano; esta operación la hacían 2, 3 ó 4 veces al día. También ponían una irrigación de agua de eucalipto. Muy común era tomar un par de cucharadas de aceite de oliva en ayunas.
Intestino, dolores de: colocaban linaza remojada sobre la zona afectada.
Fiebre: se ponían paños de agua fría en la frente. También tomaban infusiones de manzanilla, romero, grama…
Heridas: para limpiarlas y tener luego una cicatrización perfecta, cocían flores de malvas, con las que hacían una cataplasma que se colocaba sobre aquéllas. Más recientemente usaban hojas de siempreviva o curalotodo, planta desinfectante y también cicatrizante, a la que quitaban la piel interior colocando una o más hojas sobre la herida. Otras veces cocían varias hojas y con esa misma agua las lavaban.
Hemorroides, almorranas: en un paño mojado con agua fría ponían unas hojas de siempreviva, aplicándolas sobre la zona.
Mastitis: se colocaban fomentos de hojas de malvas calientes sobre el pecho. Otras veces hacían lo mismo con naranjas cocidas.
Oído, dolor de: metían en el oído un trocito de tela impregnada de aceite de oliva de su cosecha.
Ojos, afecciones oculares: se hacía una infusión de flores, principalmente de saúco o en su lugar de manzanilla, luego empapaban un trapito y lo pasaban suavemente por los párpados, dejándolo un ratito sobre los mismos para que el líquido se introdujese en su interior.
Difteria: se quemaban en un recipiente hierbas olorosas, como tomillo, orégano, poleo, romero, etc.; después se colocaba encima una especie de cañón de chimenea por donde salía el humo, que a su vez era aspirado por el enfermo.
Fiebres tifoideas: metían desnudo al enfermo en el pozo de agua fría sito en la plaza que lleva su nombre. En otras ocasiones traían agua del manantial de La Galga, sito en la zona que lleva ese mismo nombre y cuyo color era blanquecina y, al parecer, tenía unas propiedades especiales; la echaban en un baño de zinc y metían allí a la persona enferma.

Paludismo: se utilizaba el mismo tratamiento de la difteria. Otras veces se aplicaban fomentos de mostaza sobre el pecho y espalda, que producían mucho picor, pero el resultado era bastante eficaz.
(Fotos: Juan-Miguel Montero Barrado)
Ojos, afecciones oculares: se hacía una infusión de flores, principalmente de saúco o en su lugar de manzanilla, luego empapaban un trapito y lo pasaban suavemente por los párpados, dejándolo un ratito sobre los mismos para que el líquido se introdujese en su interior.
Difteria: se quemaban en un recipiente hierbas olorosas, como tomillo, orégano, poleo, romero, etc.; después se colocaba encima una especie de cañón de chimenea por donde salía el humo, que a su vez era aspirado por el enfermo.
Fiebres tifoideas: metían desnudo al enfermo en el pozo de agua fría sito en la plaza que lleva su nombre. En otras ocasiones traían agua del manantial de La Galga, sito en la zona que lleva ese mismo nombre y cuyo color era blanquecina y, al parecer, tenía unas propiedades especiales; la echaban en un baño de zinc y metían allí a la persona enferma.

Paludismo: se utilizaba el mismo tratamiento de la difteria. Otras veces se aplicaban fomentos de mostaza sobre el pecho y espalda, que producían mucho picor, pero el resultado era bastante eficaz.
Panadizos: cataplasma de cebolla frita con aceite de oliva.
Quemaduras: utilizaban agua con mucho jabón casero.
Riñones, dolores de: infusiones de grama.
(Fotos: Juan-Miguel Montero Barrado)
Es vital cuidarnos y si además lo damos como regalos de empresa mejor, seguro que se sorprenden mucho al recibir algo así
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