He hablado con mi paisana Alicia Sánchez Matas, mujer encantadora, simpatiquísima, siempre con la sonrisa en la cara y reflejando una bondad infinita, una mujer que quiere y se deja querer, de ahí que tenga o posea unos valores muy especiales, además, llenos de humanidad. Junto a ella he pasado unos grandes momentos hablando y sobre todo escuchando las múltiples anécdotas del tema, cómo al comienzo del escrito digo.
Recuerda perfectamente cómo las guaridas o loberas más cercanas se encontraban en la sierra que hay frente al pueblo, más exactamente en la zona llamada el Lomo de los Caballos. Se llama así porque la montaña tiene la forma anteriormente descrita y es uno de los lugares donde se encontraba el hábitat de estos animales carnívoros. Cada familia está compuesta del macho, la hembra y las crías. La loba suele tener por lo general, salvo excepciones, una camada al año de más o menos 6 crías.
En el pueblo estaba “el tío lobero”, que se dedicaba a subir a las loberas para capturar a las crías, que allí las llamaban lobeznos, para traerlas, metidas en una cesta. Luego su cometido era ir mostrándolas durante unos días por los pueblos más cercanos, donde recibía la gratitud de la gente y era recompensado con dinero. Finalmente los mataba.
Me dijo Alicia que el lobo venía a pesar entre 35 y 40 kilos, y la loba de
Algo que no puede olvidar Alicia eran los aullidos. Sobre este punto quiero hacer mención a mí también amigo Felipe Carpio Rodríguez, autor de un trabajo plasmado en la revista de Fiestas de Fuenteguinaldo en el año 2009 y que a continuación transcribo: “El aullido lo realizan en son de alegría, al encontrarse con otros miembros de la manada; como convocatoria a reunión para cazar, delimitar o reafirmar su territorio. Consiste en la emisión gutural de una voz triste y prolongada (¡auuu…!), audible en centenares de metros a la redonda”.
Por supuesto, Alicia me contó más historias, como que había zonas del pueblo donde las manadas hacían verdaderas carnicerías y que les daba lo mismo que fuesen cabras, ovejas o ganado vacuno, pues lo cierto es que a pesar de estar una persona al cuidado de los rebaños, no era obstáculo para que atacasen, aunque no siempre se atrevían.
Uno de los momentos más atractivos era sin lugar a dudas cuando salían diferentes grupos a hacer una batida. Los cazadores emprendían la marcha con el ánimo y la alegría con la que les habían contagiado todos los vecinos. Era un animal considerado por entonces muy dañino y que tantos perjuicios causaba en la economía de los vecinos, ya que cuando menos se esperaba, atacaba. Eran bastantes los animales abatidos, pero, como anécdota, eran pujados y se quedaba con el animal el mejor postor. Lo primero que hacían los mozos era gastarse el dinero, principalmente en preparar una buena merendola. Los dueños de los lobos muertos, una vez mostrados en las eras, salían por los pueblos vecinos para exhibirlos. El primer dinero que recibían era una donación de los ayuntamientos entre 20 y 30 pesetas. A continuación lo iban enseñando por los diferentes domicilios y la gente, muy agradecida por verse libres de estas alimañas, les daban dinero o especies. Por último, el animal era desollado y la piel, que era lo único de valor, era vendida o se dejaba en casa como trofeo.
Para concluir, es necesario que conozcan los lectores que en invierno, al haber menos ganado en los montes, el lobo se veía forzado a acercarse incluso adentrarse en el pueblo en busca de alguna presa. Mi querida y adorada Alicia, sabes que siempre te tengo en mi corazón, pero ahora, después de escribir esto, te recordaré aún más.
Y como nota curiosa, incluyo algunos de los dichos populares que atañen al comportamiento del mencionado animal:
“Lo que la loba hace, al lobo le place”.
“¡Échale mano, que la piel vale!”.
“Oscuro como la boca del lobo”.
“El lobo viejo a la tarde aúlla”.
“Lobo hambriento, no tiene asiento”.
“Ver las orejas al lobo”.
“Meterse en la boca del lobo”.
“Entre lobos anda el juego”.
“El lobo de amaño, donde mora hace daño”.
(Fotografía: Juan-Miguel Montero Barrado)