Antes de comenzar a escribir sobre el tema que lleva el título, voy a intentar hacer un poco de historia. Puede que nos resulte a todos más atractivo e interesante.
“El origen de la molienda y su posterior evolución se pierde en las noches de los tiempos”, según nos dice Fernando García Castellón en su libro Los molinos y fábricas de harina en Castilla León. Es una frase que viene muy bien a cuento para comenzar a escribir este corto tema, hasta llegar al punto que deseo.
En la antigüedad, según iba cambiando la vida del hombre de la misma manera se iban modificando sus hábitos y costumbres, entre otros, el de la alimentación, inventando utensilios para preparar las carnes, las semillas, domesticar a los animales, cultivar las plantas, pero en especial los cereales. Para facilitar la ingestión de los granos del cereal era necesario machacarlos hasta convertirlos en harina. Ésta se mezclaba con agua hasta convertirla en una masa, después era aplastada y finalmente cocida al fuego. De esa forma se hizo el primer pan. Debo aclarar, que, la molienda fue utilizada por las mujeres, ya que era una labor propia de ellas y formaba parte de la cotidiana preparación de los alimentos.
Los molinos de mano se empezaron a manejar en el neolítico (parece ser que en Oriente Medio) y siguieron utilizándose durante algunos siglos. Los primeros molinos de cereal consistían en una lancha de piedra base alargada y un poco cóncava donde se colocaba el trigo, sobre la que se deslizaba otra piedra, lo más cilíndrica posible, de un lado a otro, hasta lograr lo ansiado. La posición de la molinera era colocarse de rodillas y sujetar sobre sus muslos la lancha.
Este sistema se fue perfeccionando, de manera que la lancha era colocada en el suelo, la molinera se arrodillaba delante y con una piedra cilíndrica más larga se deslizaba con mayor rapidez y sin dañarse tanto el cuerpo, logrando así un mayor rendimiento. Posteriormente llegó a utilizarse también el molino de golpeo a mano: el trigo se metía en un mortero y a base de ser golpeado el cereal con unos palos gruesos, se conseguía la harina.
Algunas de estas piedras, que se consideran las muestras más antiguas del molino de grano, se exponen en el Museo de El Cairo y datan aproximadamente del año 8000 a. C.
Las técnicas de la molienda fueron avanzando, de ahí que se comience con la utilización del molino de dos piedras circulares, una fija sobre la que giraba otra accionada manualmente, estableciéndose una disposición que perduraría en los futuros molinos. En estos primeros molinos de mano el accionamiento de la piedra superior giratoria se realizaba mediante un pivote o estaca de madera, insertado en su lateral o en su parte superior con el que se realizaba el giro. Por el agujero central de la piedra superior se echaba el grano del cereal y al hacerla girar machacaba y trituraba el grano que salía por los bordes exteriores convertido en harina. Estos molinos de mano se siguen utilizando en algunas comunidades aisladas del Norte de África.
Hago un alto en el escrito para describirles cómo en el año 2004, en un viaje que hicimos a Túnez, al llegar a Matmata y entrar a ver las casas de los trogloditas en uno de los pasillos había una señora sentada en el suelo haciendo harina según costumbres de hace siglos y precisamente de la manera que acabo de describir. Es ahí donde pude observar detenidamente el proceso. Las piedras circulares tenían un diámetro de 20 a 30 cms.
Fue en la etapa del Imperio Romano en la que este tipo de molinos tuvo su mayor desarrollo, en este caso con el llamado molino de sangre. El procedimiento era tan crudo, que es mejor dejarlo. Solamente mencionar que los hacían girar por medio de esclavos y en algunos casos por animales.
Fue la rueda hidráulica la que fue utilizada en la época griega y romana, que es cuando tuvo gran desarrollo el aprovechamiento del agua como energía motriz. Desde ahí es cuando realmente comienza el gran desarrollo de los molinos, no solamente el del grano, que es el que a nosotros nos atañe, sino de todos los que actualmente están en funcionamiento para proporcionarnos energía.
Aún siguen funcionando algunos, pocos, de los molinos que durante algunos siglos fueron la fuente de riqueza, sobre todo, para el medio rural, los llamados molinos hidráulicos, que aprovechan la fuerza de las corrientes de agua de los ríos. Se empezaron a construir adaptándose a sus condiciones de caudal y regularidad, para que, mediante diferentes tipologías, se obtuviera el mejor rendimiento, llegando a instalarse tanto fuera como dentro de los cauces de los ríos.
Éste es precisamente el sistema que el molino de Valdelageve estuvo haciendo para todas las familias de este pueblo y otros muchos de la comarca. Fue construido por Fermín Sánchez a finales del siglo XIX, según cuentan las personas mayores y también me ha contado el tío Luis, con quien hablé el mes de abril del 2010. El molino trabajaba a pleno rendimiento y en él se molía todo tipo de cereales, algarrobas, etc.
Transcurridos unos años se lo vendió a Francisco Matas, el cual estuvo trabajándolo de la misma manera, hasta que, llegada la guerra civil, dejó de funcionar. Hoy solo podemos ver los restos del mismo, que nos sirven para recapacitar y pensar en algo que tuvo nuestro pueblo en tiempos pasados y que hoy queda como historia.
Bibliografía
GARCÍA CASTEJÓN, Fernando (1996). Los molinos y fábricas de harina en Castilla y León. Salamanca, Junta Castilla y León / Gráficas Varona.
GARCÍA TAPIA, Nicolás (1997). Molinos tradicionales. Valladolid, Editorial Valladolid S.A.
LÓPEZ GARCÍA, Rafael (2006). Molinos hidráulicos. Apuntes de historia y tecnología. Alcalá la Real (Jaén), Ediciones Alcalá.
(Foto: Juan-Miguel Montero Barrado)
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