sábado, 13 de noviembre de 2010

La Calzada Romana desde tiempos inmemoriales

Con la llegada de Aníbal a Salamanca y posteriormente de los romanos varios pueblos se encontraban situados en la parte central oeste de la península Ibérica, entre España y Portugal y donde está situada la actual provincia de Salamanca. Eran los vetones y los vaceos. Durante la dominación romana esta parte de la Península y sus diferentes pueblos quedaron dentro de la provincia de Lusitania, cuya capital era Emerita Augusta, la actual Mérida.

Los vetones.

Era un pueblo de céltico de origen indoeuropeo, que se asentó en lo que hoy es el sur de la provincia. La base de su economía consistía en el pastoreo. Se alojaban en castros, que eran fortificaciones de cuatro o cinco metros de altura, y en sus alrededores colocaban piedras puntiagudas hincadas en el terreno con el fin de impedir los ataques de sus enemigos tanto en caballos como a pie. Como prueba de la existencia de este pueblo prerromano tenemos los toros o verracos de granito, que son esculturas zoomórficas y uno de los elementos más característicos de su cultura. También hay restos de aras, que eran altares que servían para hacer sacrificios y cultos sagrados.

En Monleón se encuentra un verraco y en Valdelageve, parece ser, se encuentra un ara, la cual no he podido llegar a verla al ponerme muchos impedimentos el poseedor de la misma. Posiblemente tenga miedo a quedarse sin ella. Mi paisano me dice que es una piedra grande y rectangular. Al norte de la provincia de Cáceres tenemos otra ara, incrustada en la pared de la iglesia parroquial de Aldeanueva del Camino. Esta noticia me la dio mi amigo Julio García Arroyo, gran conocedor del tema y escritor, que casualmente ha titulado su último libro como Vetones, editado por el ayuntamiento de Aldeanueva del Camino e impreso por Gráficas Hervás en agosto de 2010. También me detalló perfectamente cómo en Segura de Toro se halla otro verraco, que da nombre al pueblo, algo que desconoce la mayor de la gente.

Los también nos dejaron como herencia el juego de la calva, tradicional dentro de nuestra provincias castellanas. Aquí concluyo con este corto trabajo que coincide con el tema que a nosotros nos interesa.

Los vaceos.

Se introdujeron por el valle medio del Duero para asentarse definitivamente en el noroeste de nuestra provincia, exactamente donde se encuentra la comarca de La Armuña. A diferencia de los vetones, los vaceos eran de carácter agrícola.

Un poco de recordatorio.

La Calzada Romana fue la principal vía de comunicación por el oeste peninsular, desde Hispalis, al sur, hasta las actuales ciudades de Gijón y Avilés, en el norte. Más al sur de Hispalis llegaba hasta la desembocadura del río Guadalquivir. Fue una importante ruta comercial y militar. Con la llegada de los árabes en el siglo VIII el nombre cambió y comenzó a conocerse popularmente como Balata, Balatha o Al Blatha, que quiere decir camino ancho y empedrado y que al pronunciarse suena plata. Vía en latín equivale a camino por el que se transita. De ahí que desde la Edad Media la antigua Calzada Romana tomase el nombre de Vía de la Plata.

Me ha parecido interesante alargarme un poco más en el escrito con el fin de aclarar la diferencia entre los dos nombres. Retomando, todo el recorrido llegó a ser la auténtica columna vertebral del oeste de la Península y sobre ella se estructuró gran parte de la Historia de España.

Ya en la época del reino de los Tartesos, entre los siglos VIII y III antes de Cristo, en los alrededores de la desembocadura del río Guadalquivir, se transportaban minerales procedentes de las que luego fueron las provincias romanas de Lusitania y Galaecia. Por esa ruta se romanizó el oeste peninsular de sur a norte, aprovechando sus trayectos y, como todos conocemos, mejorándolos, ya que valoraron la importancia de esa ruta. A partir del siglo V se germanizó con la llegada de los visigodos e incluso sirvió para islamizar la Península desde el siglo VIII. Y como contra, fue también una vigorosa vía de expansión de los reinos cristianos del norte hacia el sur.

El arte jugó una buena parte en este camino. Embelleció nuestras ciudades con piedras y ladrillos, de ahí nuestros monumentos romanos, románicos, góticos, árabe-musulmanes, mudéjares, etc. También en torno a esta vía se desencadenaron algunas batallas que dieron grandes victorias contra los árabes o la independencia contra los franceses.

Entre unos y otros pueblos invasores, incluidos los romanos, visigodos, y árabes, dejaron a la Península “limpia” de algunas cosas, como los metales. De ahí que ahora nos encontremos por doquier toneladas de tierras removidas o escorias de minerales, entre los que se encuentran las de los alrededores del arroyo Servón de Valdelageve, hoy imposible de verlas por la forestación de la zona.

Para acabar.

Con el fin de intentar terminar este capítulo más agradablemente y sin dejar de mencionar la Calzada Romana, debemos pensar que también fue muy utilizada para que grandes de nuestros guerreros, pensadores, religiosos, etc. lo utilizasen no sólo para conquistar el Nuevo Mundo, sino para formar, educar, enriquecer culturalmente todo aquel terreno que hasta nuestra llegada se encontraba con otros conocimientos muy diferentes.

Y nada mejor que finalizar con unas palabras de mi buen amigo Vicente Sánchez Marcos, salidas de su corazón y que transcribo aproximadamente según me las mencionó:

“La Calzada Romana tiene un corazón universitario: 22 universidades fueron fundadas con los estatutos de la Universidad de Salamanca y quienes lo hicieron, caminaron por la Calzada Romana. Tiene un corazón de descubrimiento y conquista, pues Colón y luego los conquistadores la usaron para salir y volver, llevando y trayendo”.

(Fotos. Juan-Miguel Montero Barrado)

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