martes, 1 de noviembre de 2022

Toros y plazas de toros en Salamanca (1)

Plaza del Azogue Viejo, actual plaza de Anaya (¿?-1455)


Hasta mediados del siglo XV fue el centro neurálgico de la ciudad. En ella se desarrollaba la vida mercantil y las fiestas, tanto profanas como eclesiásticas. Pero, tocando el tema que nos concierne, en ella también se llevaban a cabo los festejos taurinos en sus distintas formas: alanceamientos, torneos, juegos de cañas, corridas, etc. Todos ellos, espectáculos importantísimos, tanto en lo
 local como en lo más propiamente universitario.


Plaza de San Martín  (1455–1729)

Fue desde mediados del siglo XV  cuando, poco a poco, comenzaron a trasladarse las múltiples actividades de la plaza del Azogue Viejo a la plaza de San Martín. Se denominaba así por la iglesia que en ella se encontraba asentada y que también compartía los espacios que hoy ocupan las plazas del Mercado, del Peso, del Ángel, del Poeta Iglesias y del Corrillo, el Gran Hotel (actualmente, Edificio Gran Hotel), las calles Quintana y San Juan de la Cruz, y la Plaza Mayor.


En medio de la plaza de San Martín se elevaba la horca donde se ajusticiaba a los malhechores. También existía un rollo sobre el que se colocaba, en su momento, la Mariseca. La noticia más antigua que tenemos por escrito acerca de ella se refiere al año 1455, según lo atestigua también nuestro insigne historiador Manuel Villar y Macías.

Volviendo al tema que a nosotros nos interesa y del que somos conocedores a través de diferentes investigadores, en este caso concreto por el mismo Villar y Macías, sabemos lo siguiente:

“La más antigua que tenemos de las corridas de toros en Salamanca, corresponde al año 1466, cuando León de Rosmithal y de Blana, cuñado del rey de Bohemia Jorge Podiebrand, que salió de Praga el 26 de Noviembre de 1465, con un séquito de cuarenta personas y cincuenta y dos caballos, llegó a España muy entrado el año 1466, se halló en esta ciudad, y asistió a la corrida de toros del día de Santiago, en que el tercero mató a dos hombres, hirió a ocho y a un caballo; verdad es que la manera de lidiar entonces era muy diferente de la moderna, en que por ser mayor el arte y destreza son menos frecuentes las desgracias”.


En aquel tiempo las corridas consistían en el toreo a caballo, ejercicio de habilidad de los jinetes que tenían ganas de demostrar sus dotes ecuestres y su amor al riesgo alanceando toros y ofreciéndose en espectáculo a la plebe y en homenaje a sus damas. En Salamanca esto ocurrió durante siglos y hay noticias de rejoneadores,  que participaban en estos festejos,  como Agustín González, natural de la ciudad, que actuó por los años 90 del siglo XVII.

Junto al toreo a caballo, y como complemento o ayuda, los criados de los caballeros, que después se profesionalizaron en el oficio, empezaron a hacer a partir del siglo XVII un toreo a pie, que fue germen del actual. Es así como lo describe Luciano G. Egido en su libro Las ramas del árbol Salamanca. Y continúa diciendo en su misma obra:

“En el año 1467 el rey Enrique IV le concedió a Salamanca la celebración de la feria de ganados en el mes de septiembre, lo que traerían las fiestas populares, con corridas de toros incluidas. Desde entonces se perpetuarían estas costumbres y ya no dejarían de figurar en los programas de las fiestas comunales”.


A lo que hay que añadir que actualmente coinciden con las fiestas de la patrona de Salamanca, la Virgen de la Vega. Es más, llegaron a ser tan importantes los acontecimientos taurinos en nuestra ciudad, no solo a nivel local, sino nacional e internacional, que nuestro escritor escribe en otro apartado:

“Las referencias a las corridas de toros -celebradas en la plaza de San Martín y luego en su continuación, la Plaza Mayor- son constantes entre los extranjeros que pasan por la ciudad y se pasman ante la fiesta taurina”.

María Dolores Pérez-Lucas, en su obra Un paseo por la Historia de Salamanca, puntualiza:

“Las corridas de toros enardecían a los salmantinos de todas clases sociales, desde plebeyos hasta nobles, pasando por los catedráticos de la Universidad y sin olvidar a los curas. Entre los últimos había grandes aficionados, a tal punto que el Papa [Pío V] prohibió [en 1567] su asistencia al taurino espectáculo”.


También Ignacio Francia, en su Guía Secreta de Salamanca, insiste en que:

“Cualquier pretexto era bueno para celebrar corridas, además de los motivos tradicionales. Por ejemplo, la concesión de grados académicos, con la torada a expensas de los nuevos doctores”.

Nuestro ilustre historiador Manuel Villar y Macías, en su Historia de Salamanca (Libro IX, p. 102), nos sigue contando:

“Grande es hoy la afición a las corridas de toros, pero no era menor en los tiempos pasados, pues además de las tres fiestas de San Juan, Santiago y Nuestra Señora de Agosto, no había canonización de santo, consagración de iglesia, fiesta de cofradía, proclamación de monarca, regio enlace, nacimiento de príncipe, batalla ganada y grado de doctor que no diese lugar a la celebración del anhelado regocijo, pues regocijo era cada corrida de toros, y rara vez se denominaban así otras fiestas, y esta palabra parece que da a entender que era la fiesta por excelencia”.

Para concluir este importante capítulo quiero retomar otro recorte de Luciano G. Egido, en el que se expresa así:

“Junto a la Universidad han sido los toros otro de los pilares de la fama de Salamanca en España, basada en las grandes dehesas de la provincia, que propiciaron la cría  y selección de los toros de lidia, que proveerían de material animal  a la fiesta nacional durante siglos hasta nuestros días”.



(Imágenes: 1ª, plaza de Anaya, de Juan-Miguel Montero Barrado; 2ª, plano del entorno de lo que fue la Plaza Mayor, en Alfonso Rodríguez G.  de Ceballos; 3ª y 5ª, de la serie de grabados Tauromaquia, de Francisco de Goya,; 6ª, escenas de toros, en Getty-Images; y 7ª, dehesa salmantina, Salamanca. Fragmentos de voces y miradas.

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