La Mariseca
Efectivamente, la noticia más antigua que se conserva por escrito acerca de la Mariseca se refiere al año 1455. Manuel Villar y Macías, en el Libro IX de su Historia de Salamanca, nos dice:
“Antiguamente, como se celebraban las funciones
con más frecuencia, la Mariseca se izaba las vísperas que le
correspondían, estando encargado de su colocación el que tenía a su cuidado las
medidas del ayuntamiento; que por el trabajo de ponerla y pintarla le daban un
toro de los que eran muertos en las corridas, según dispuso el municipio el 13
de agosto de 1455. Tales son nuestras noticias acerca de este para tantos
regocijador estandarte”.
La primitiva Mariseca no tenía nada que ver como
la actual. En un principio -se dice- fue un maniquí de aspecto ridículo que se
colocaba encima del Rollo que había en la plaza de San Martín. Y es exactamente
en 1669 cuando se desplomó, con tan mala fortuna que mató a un hombre que por
allí pasaba.
Luego sabemos de una nueva Mariseca, que fue
colocada en el Pabellón Real, en las inmediaciones de San Fernando. Estaba
compuesta de un bastidor con una tela roja en la que se estampaba la figura de
un toro y los días que se celebraban las corridas. Pero he aquí que en el año
1806 sucedió una nueva desgracia, pues el
operario que colocaba la enseña taurina cayó a la plaza, quedando muerto en el
acto. Por esa razón se decidió pasarla al edificio del Ayuntamiento.
Fue a partir de 1840, en la inauguración de la
primera plaza de toros habida en Salamanca, situada en el Campo de San Francisco,
cuando se estrena la nueva Mariseca. Se trata de un mástil, en cuyo ápice hay
un toro de lata pintado de negro y sobre el que aparecen en números blancos las
fechas en que han de celebrarse las corridas. Debajo se coloca la bandera con
los colores nacionales. Es la que actualmente conocemos y se coloca encima de
la espadaña del edificio del Ayuntamiento
el día 25 de julio de cada año, coincidiendo de la fiesta de Santiago Apóstol.
De esa manera se anuncia que habrá corridas de toros en las Ferias de
septiembre.
La Plaza
Mayor (1733–1840…)
La construcción de la Plaza Mayor comenzó en el
año 1729 y finalizó en 1755. La primera corrida en el nuevo marco, aun sin
finalizar, tuvo lugar en 1733, con motivo de la consagración de la Catedral
Nueva. Luego continuarían celebrándose hasta las Ferias de septiembre de 1840,
que fue cuando se inauguró la plaza de toros del Campo de San Francisco.
Conviene aclarar, como nos indica nuestro
historiador Manuel Villar y Macías, que “la Plaza Mayor se reservaba para los
grandes festejos”, como fue el caso, en octubre de 1846, de las bodas de la
reina doña Isabel II y la de su hermana, la Princesa de Asturias.
Debido a la enorme afición a los toros, diversas
entidades y organismos públicos poseían edificios en la Plaza Mayor, para que así
sus miembros más notables pudieran disfrutar desde los balcones de estos
espectáculos. Ocurría con el Cabildo de la Catedral, la Casa de la Clerecía de
San Marcos, la Casa de la Universidad, la Casa de la Encomienda de San Juan de
Barbalos, el Palacio del Conde de Grajal, etc. Para tal fin el Mesón de los
Toros, en el callejón cercano a la calle Concejo, y el Mesón de la Solana, en
la actual calle Concejo y que fue una de las mejores hostelerías de la ciudad,
tuvieron en ella ubicadas sus balconadas…
El pueblo se asentaba en las talanqueras. Y tal como
reflejó Diego de Torres Villarroel en unos versos sabrosamente satíricos, escritos
a finales del siglo XVIII, esto ocurría con las mujeres:
Bien descaradotas son,
pues sin vergüenza, ni miaja,
señas, y gestos jacían
a balcones, y ventanas.
Se puson allí en visita
las tales picaronazas,
y estaban a todo el Mundo
enseñándole llas patas.
También los festejos de las ferias de septiembre
1862 y 1863 tuvieron que darse en la Plaza Mayor, al quedar la plaza del Campo
de San Francisco inhabilitada por la amenaza al desplome, como así sucedió de
inmediato.
Fue precisamente el año 1863 cuando del fotógrafo
portugués Belvedere plasmó la imagen tan famosa, y que todos conocemos, de la
fachada principal de la Plaza Mayor durante la celebración de una típica
corrida de toros. En ella pueden verse los balcones llenos de gente; la parte
de debajo de la grada, muy concurrida; en el centro de la plaza, un toro y
torero; y por último, la famosa farola de hierro cubierta en su parte inferior de
madera, que servía para protegerla y a la vez para hacer de burladero.
En su obra La Plaza Mayor de Salamanca.
Historia fotográfica de un espectáculo público, nos cuenta esto Conrad
Kent:
“Es también digna de verse cuando hay función de
toros, pues entre tendidos y balcones se colocan de 16 a 20.000 personas,
siendo el producto de 80 a 90.000 reales”.
El Pabellón Real
“(...) el recinto cívico principal de la ciudad
acoge a la multitud [devota de Frascuelo]. Exactamente el domingo 14 de febrero
de 1869”.
La Escalerilla del Arco del Toro
Es un
reciente e interesante artículo de César Hernández R. se puede leer lo siguiente:
“Desde
1733 hasta 1907 una rampa en el Arco del Toro permitió el paso de carruajes y bestias entre la Plaza Mayor y la Plaza
de la Verdura, hasta el verano de 1907, cuando el Ayuntamiento decidió
sustituir la rampa por una escalinata, como complemento a la Exposición
Regional que se celebraría en el interior del todavía no inaugurado edificio
del Mercado Central de Abastos. No era la primera vez que se planteaba en el
consorcio la supresión de la rampa, pero esta vez fue definitiva”.
Los toriles
Al Arco de San Pablo se le otorgó el nombre de Arco del Toril de la plaza
del Poeta Iglesias, pues fue ahí donde se ubicaron los primeros chiqueros y, a
la vez, por el que los bravos hacían su particular entrada. Los toriles también
estuvieron en otros lugares, como el Arco del Toro, debajo del Pabellón Real, el
Arco de la acera de San Martín e incluso el del Ayuntamiento, este último llamado
también Toril de la calle Zamora.
Los cambios en
la Plaza Mayor desde finales del XIX
Trasladadas finalmente las fiestas taurinas de la
Plaza Mayor, se iniciaron de inmediato cambios, reinando siempre el verde. El
que se realizó en 1900 fue el más aparente, con un estanque redondo en medio y
a su alrededor jardines y árboles. Finalmente hacia 1922 fue cuando llegó
aquella transformación que mucha gente tiene todavía en mente, gracias a las
fotografías que se conservan. Se trata de una Plaza con el templete de música
en medio y rodeado, si bien más moderadamente, de jardines, árboles y alguna
farola.
(Imágenes: 1ª, la Mariseca, en Hotel Helmántico; 2ª, escena de toros, de Puri Sánchez; 3ª, corrida de toros de 1863, de Belvedere, en Konrad Kent; 4ª y 5ª, Pabellón Real y escalerilla del Arco del Toro, de Juan-Miguel Montero Barrado; y 6ª, remodelación de la Plaza Mayor de 1900, de Venancio Gombau).
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