martes, 16 de marzo de 2010

En homenaje y recuerdo al río Cuerpo de Hombre


Grandes ratos, hermosos momentos son los que todas las gevatas y todos los gevatos hemos pasado en el río que se desliza entre obstáculos por un valle de nuestro pueblo, más en concreto, en las zonas de Los Pilares, El Vao de la Galga, etc. Nadie puede decir que no haya bajado al río: para encauzar su agua y regar los huertos; las mujeres para lavar y pasar el día; los niños acompañándolas para... ¿ayudarlas?, no sin antes juguetear, correteando por la hierba, el agua, pisando los cantos y subiendo a los canchales. Hasta los mozos, por la tarde, hacían unas bolas de embudejo con el fin de preparar una embarbascá, para luego meterlas debajo de los grandes canchales, mientras esperaban a que los peces saliesen atontados y así poderlos coger, meterlos en las banastas que estaban prestas para tal uso y luego subirlas en los mulos camino del pueblo para, una vez allí, repartirlos entre todos.

Estas son algunos de los recuerdos que vienen a bote pronto a mi cabeza y que sirven de preludio antes de comenzar a trascribir este romance de
Arsenio Barco, dedicado al conocido río que pasa por Valdelageve.


Romance del Cuerpo de Hombre

Cuerpo de hombre, Cuerpo de Hombre,
qué buen nombre para un río
que crece de pié y se agota
trabajando en cien oficios.

En su cuna de Hoya Moros
se hiela, al nacer el frío.
Pañales de nieve pura
le envuelven recién nacido.
Pañales de nieve pura,
¡Nadie los tuvo más limpios!
Las cumbres del Torreón
le ven pasar, siendo niño,
saltando de peña en peña,
haciendo, al saltar, camino.
Su estrecho cauce de agua
brilla al sol como un pez vivo.

Al llegar al Puente Nueva
el río ya está crecido.
Tiene el torrente sonoro
y el cantar enronquecido.
Con su rumor se adormecen
los olmos y los alisos
que a sus orillas se asoman
-mudas sombras- sorprendidos.

Ellos, tan quietos, no entienden
por qué corre tanto el río.

Saltando de sombra en sombra
pasa por el Canalizo.
De tanto correr, espumas
de plata le han florecido.
En sus espejos se miran
-verde sueño- los caminos.

Cuando el río baja al valle
empieza a encontrar oficios.

El valle le está esperando
desde que le ha presentido.
Allí riega, lava, tiñe,
mueve batán y molino,
pone en marcha las turbinas
y enciende los mecanismos
de una industria que le debe
su origen y su prestigio.

Desde Candelario a Béjar
trabaja a destajo el río.

Ya no tiene sus espejos
ni tan puros ni tan limpios.
En su rostro fatigado
sucias barbas le han crecido,
pero aún le quedan fuerzas
para seguir dando brincos
-trucha viva- cauce abajo,
por tierras de labrantío.
La Calzada, Cantagallo,
Puerto de Béjar y el hito
de la Peñacaballera
le ven molturar su trigo ,
calmar la sed de sus huertos,
recorrer su regadíos.

Y solo en Montemayor,
al final de su camino,
remansa el río su impulso
y sosiega su latido.
El Alagón le recoge
extenuado y rendido.

Cuerpo de Hombre, Cuerpo de Hombre,
qué buen nombre de río
que crece de pié y se agota
trabajando en cien oficios.

(Foto: Juan-Miguel Montero Barrado)

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