El día 16 de enero del presente año escribí “Un gevato peregrino”, que está incluido en las etiquetas “Artículos”. Bien es cierto que después de haber leído el escrito, una vez incluido en el cuaderno, me di cuenta de que olvidé poner los nombres de mis dos ángeles de la guarda, que en tantas ocasiones mencioné y que fueron mis compañeros durante la peregrinación a Caravaca de la Cruz, en Murcia, durante el “Año Santo Caravaqueño, 2010”. También dejé bien claro en el escrito cómo en este tipo de peregrinaciones a mí me ha gustado siempre ir pensando despacio y saboreando las palabras que por mi mente pasaban, porque, de lo contrario, éstas no me dirían nada, ya que lo que importa es la interioridad.
A continuación, con mucho gusto, os voy a sacar de dudas aclarándoos quiénes fueron dichos ángeles. Uno fue la Santísima Virgen de Guadalupe, la mejicana. Y el otro, el para mí Santísimo Papa Juan XXIII, al cual ya he mencionado en alguno de mis escritos, que sufre la relegación de la Curia Romana, algo incomprensible -¡que pena!-, pero que, a pesar de ello, no hago más que pensar y meditar día tras día delante de él, seguramente que igual que millones de personas. Menos mal que la esperanza no la pierdo, ni la perderemos, porque tarde o temprano será santificado.
Os aseguro, mis queridos amigos lectores, que sin ellos mi peregrinación hubiese sido muy diferente.
Muchas gracias.
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