sábado, 4 de junio de 2011

Agradecimientos recíprocos

Después de algo más de un año que llevo trabajando en este cuaderno, ha llegado el momento de explayarme para daros las gracias a todos cuantos lo habéis visitado y leído, sean cuales fueran los temas escritos por este sencillo y humilde gevato.

Además no tengo más remedio que agradecer las palabras, los ánimos o los consejos que he recibido y sigo recibiendo de muchas personas a las que les gusta leer o repasar el cuaderno, según sea el artículo. Por todo ello, gracias muchas gracias a todos.

Sin embargo, y con el fin de extenderme un poco más en el escrito, voy a mencionar a Julio García Arroyo, buen amigo mío, natural y vecino de Aldeanueva del Camino, pueblo de la provincia de Cáceres, muy cercano al nuestro y, para ser más explícito, he de deciros que dicho pueblo es el llamado de las tres mentiras: pues ni es aldea, ni es nueva, ni está en el camino.

Julio se desplazó a Valdelageve en el mes de enero de este año, 2011, y no se le ha ocurrido más que escribir y enviarme un pequeño opúsculo al que le da el título Viaje a Valdelageve”, en el que relata su viaje por los lugares que pasó hasta llegar al pueblo y de los que voy a hacer una pequeñísima mención.

Comienza escribiendo el paso por la primera localidad, La Abadía, con su hermosa dehesa a un lado y al otro el río Ambroz. Una vez en el pueblo describe algunos detalles importantes del palacio de los duques de Alba, entre los que destaca su fachada y un soberbio patio mudéjar, las esculturas de mármol de Carrara y otras traídas de las ruinas romanas de Cáparra, éstas situadas en su cercanía.

Sigue escribiendo sobre lo que va viendo durante el camino empinado, sinuoso y con curvas muy cerradas que le lleva a Lagunilla. Al llegar a la cima de la meseta, no tiene más remedio que parar junto a una fuente sita en terrenos del pueblo anteriormente mencionado y lugar desde donde se puede observar y contemplar el paisaje del valle del Ambroz y los pueblos que se asientan en la zona. Quiero añadir que el nombre de la fuente, de la que, efectivamente, brotan dos grandes chorros de espléndida agua, se llama Fuente de los Mártires. También en las cercanías hay un lugar más alto cuyo nombre es El balcón de Extremadura”, desde donde sus vistas son mucho más asombrosas. Siguiendo el camino también pasó por El Vallejo de la Mata, lugar típico para todos los lagunillenses, donde entre robles se encuentra una pista de baile que es utilizada en las fiestas del pueblo.

Sigue contándonos cómo cruza Lagunilla para incorporarse a la carretera que le lleva al pueblo de su amigo, del que tantas cosas buenas y bonitas le había contando a lo largo de algunos años.

Sobre lo que se ve antes de entrar en Valdelageve, comenta que “merece la pena una parada para deleitarse con el impresionante paisaje, abajo a la derecha, en el fondo del abismo, el río Cuerpo de Hombre que serpentea”. Sigue escribiendo después que “entre estrechos senderos y caminos de cabras, las aguas de la lluvia caen sobre la cuneta de la carretera, en forma de cascadas”. Y continúa: “por la ladera del monte cercano, en estos momentos es sobrevolado por un centenar de buitres, que producen un efecto espectacular”.

Una vez que se interna en el pueblo va observando y haciendo fotos de las calles con sus rincones, casas, las dos plazas y la iglesia con la espadaña y su campana, donde se detuvo para hacer el dibujo que a posteriori plasmó en la portada del opúsculo y que al comienzo de este escrito podemos ver.

1 comentario:

  1. Hola Miguel me gustaria saber donde poder leer esta obra. Gracias

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