sábado, 1 de octubre de 2011

Encuentro entre grandes amigos

En nuestra canción “Perantón de Valdelageve”, escrita y compuesta por Ángel Rufino de Haro “El Mariquelo”, hay una estrofa en la que dice “y haz siempre que puedas bien, y no mires nunca a quién”. Qué razón tiene. Además es algo que pueden constatar todas las personas que sean sensibles a la hora de ayudar al prójimo.

Entre las múltiples ayudas recibidas desde que tengo uso de razón, os voy a contar la última, ésta muy especial, que espero que os cause buena sensación.


Yo tengo unos amigos suizos, Giancarlo y Edith, a los que conozco desde hace algunas décadas. Bien es cierto que el contacto nunca se ha perdido, pasando las dos familias algunas vacaciones en Torrevieja, Casteldefels y Barcelona. También han venido a nuestra casa en varias ocasiones y en una de ellas aprovechamos para llevarlos a que conociesen mi pueblo, Valdelageve. En el año 1982, aprovechando el viaje en que Choni y yo dimos una vuelta por Centro Europa durante un mes con el Dyan 6 -¡qué tiempos aquellos!-, estuvimos en su casa de Lugano, en Suiza. El contacto sigue a través de cartas, postales, llamadas telefónicas, envíos de paquetes, algo que siempre ha estado y sigue estando a la orden del día, con lo que nos demostramos cariño y sincera amistad.


El año pasado quisieron que fuéramos a visitarlos, pero para nosotros era francamente imposible. Le di largas al asunto, pero cuál sería nuestra sorpresa cuando este año, en el mes de febrero, recibimos dos pasajes para volar a Lugano y permanecer a su lado durante 8 días con todos los gastos pagados.


Nuestra estancia a su lado fue inmejorable. No nos dejaron parar y nos tuvieron en palmitas. Tal es así que estas vacaciones han sido de ensueño. Nada más llegar a su vivienda, que es un precioso chalet situado en la ladera de la montaña desde donde se divisa un hermoso paisaje: a la derecha el monte San Salvatore y a la izquierda el monte Bré.


La primera salida fue fantástica, nos invitaron a cenar en un pueblecito llamado Cureggia, sito en la ladera de un monte del cual no recuerdo el nombre, pero que está al lado del monte Bré. Cenamos en la terraza del restaurante Grotto Pieriño, donde pasamos una grata velada. En ello colaboró también el dueño, ahora nuestro amigo Mauro, al cual le hice y a posteriori envié algunas fotografías como detalle al magnífico comportamiento que tuvo con nosotros. Bien es cierto que con Giancarlo tenía una gran amistad.


Ahora, para no extenderme mucho más voy a mencionaros algunos de los lugares por donde estuvimos. Empezaré por Alptransit, museo del túnel para el tren que están construyendo bajo el monte San Gottardo y que va a tener 57 kilómetros de largo. ¡Ojo!, 57 kilómetros, ni más ni menos. Hasta ahí tengo que ser muy exacto, como los suizos, no en balde me llamaron al orden. Será inaugurado en el año 2013, para el cual hemos vuelto a ser invitados.


En Airolo, a 1141 metros de altitud, hicimos un descanso para comer y tomarnos un café. Y digo tomarnos, porque este gevato en ese momento, dada la alegría que reinaba, hizo una excepción, dado que no puedo tomar café y… ¡qué rico me supo!


En el paso por el Nufenenpass, a 2.478 metros de altitud, el más alto de los Alpes Suizos, paramos para deleitarnos con esas vistas tan maravillosas que desde allí se aprecian. Seguimos recorriendo las montañas y atravesamos el paso de Furka, a 2.429 metros, desde donde divisamos los lugares por donde nace el río Ródano, que es un glaciar del Rhone, como ellos dicen, aunque para nosotros es Ródano. Grandes y hermosas vistas de los Alpes Suizos cubiertos de nieve. Una de las vistas más imponentes fue ver cómo el río bajaba por la montaña en sus primeros kilómetros serpenteando y en una caída vertiginosa. De ahí, cómo no, regresamos por el paso del San Gottardo.


Que paseo más bonito lo hicimos a la mañana siguiente. Comenzamos bordeando el lago de Lugano hasta llegar a Gandria, antiguamente aldea de pescadores, pero hoy preparado para el turismo. Parece que está colgado a los pies del monte Bré, con sus estrechas callejuelas adornadas, al igual que sus escalinatas, pasajes debajo de las casas, pequeños restaurantes con sus también minúsculas, pero coquetonas terrazas, el embellecimiento con un colorido especial que dan sus flores. Todo ello me recordaba a las viejas construcciones típicas de los países mediterráneos.


Otra tarde disfrutamos en Ascona, población sita junto al lago Maggiore y centro turístico preferido para artistas, escritores, personalidades de la cultura, etc. En este caso, amén de ir a visitar la hermosísima localidad, también aprovechamos para presenciar en el paseo a orillas del lago el “New Orleans Jazz Festival” que se organiza cada año.


Un día precioso - vamos, “de calendario”- fue el que, después de visitar diferentes pueblos típicos suizos y pasar el Lucomagnopass, también a más de 2.000 metros de altitud, llegamos a Disentis, otra bonita ciudad, sólo que al estar el cielo gris y caernos algo de lluvia no pudimos saborearla como las anteriores. Allí cominos y a continuación fuimos a ver la gran abadía benedictina, Benediktinerkloster, con una iglesia barroca de grandes proporciones y en la que también llaman la atención diferentes cuadros de gran valor. De regreso pasamos por “el Puente del diablo”, lugar donde se encuentra una garganta espectacular. Más tarde atravesamos por el paso de San Bernardino.


Y cómo no, sería una falta no mencionar la ciudad de Bellinzona, capital del cantón del Ticino, al que pertenece Lugano, que conserva en su parte antigua rincones pintorescos y casas señoriales. En el centro de la ciudad se encuentra el palacio porticado con una hermosa torre en el ayuntamiento, construido a principios del siglo XX y de estilo renacentista, pero en el que se puede observar una tendencia a los edificios de la Toscana (Italia). Son dignos de mencionar los tres castillos, que son Patrimonio Cultural de la UNESCO y dominan la ciudad desde lo alto.


Entre otros lugares, pasamos unas veladas muy bonitas cenando en la ladera del monte San Salvatore y otra en el monte Generoso.


Pero, siguiendo con la gastronomía, es imposible omitir los desayunos, que hacíamos en la terraza del chalé de nuestros queridísimos amigos del alma Edith y Giancarlo, divisando, como en su momento dije, los montes Bré y San Salvatore, o parte de la ciudad de Lugano. Y para mayor deleite, cuando nos presentábamos por la mañana, el desayuno estaba siempre preparado. Y digo yo, ¿qué más te pueden ofrecer?


Los días que allí pasamos nos tuvieron en palmitas. Todo eran derroches de amor, alegría, júbilo, de no dejarnos ni un instante solos…


Y para finalizar, Lugano. Es la ciudad más bonita que he visto en mis vacaciones, pero ya no quería extenderme mucho, aunque sí constatar cosas como las que voy a contar. Es “La perla del Ticino”. Se extiende en una bahía que provoca el lago de Lugano, formando un arco entre los montes San Salvatore y Bré, y uniendo a ambos un paseo de los más maravillosos que he podido ver en mi vida. Su clima es suave, lo que propicia que exista una frondosa vegetación mediterránea.


La ciudad es muy hermosa por sus plazas, calles, rincones, edificios. Tiene algunos museos, donde podemos deleitarnos y entre ellos, el museo Cantonale d´Arte. Tiene iglesias, entre las que se encuentran Santa María degli Angioli, con su campanario románico, en el interior con una sola nave y todo el templo pintado de maravillosos frescos. El Parque Cívico, el cual es un maravilloso jardín sombreado por árboles seculares y caracterizado por una rica vegetación subtropical. En él se encuentran el Museo Cívico di Belle Arti, amén de otros más. El susodicho finaliza en las estribaciones del monte Bré.


Sí quiero aclarar que como los suizos son maestros en hacer túneles, en Lugano, amén de dos funiculares, hay también unos ascensores que facilitan remontar, sin necesidad de subir a pie, el acceso a algunos lugares de la ciudad.


Con esto finalizo este corto, pero agradable, escrito, diciéndoos que es algo que jamás en la vida podré…, mejor dicho, podremos olvidar.


Por tanto:


“Ayuda, y serás ayudado”.


“Haz bien sin mirar a quién” y siempre recibirás alguna recompensa.


“Da siempre lo mejor…” y lo mejor vendrá.


(Fotos: Juan-Miguel Montero Barrado)

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